Al alba

En el horizonte, alba sostenida por largos dedos de niebla. La humedad grita en todo. El frío es metal y su seña mineral en el aliento. Al fondo, bajo el puente, clavada a su silueta, brumosa entre la bruma la gris garza de todos los días grises. La belleza de la estampa quiebra el calor del frío que me atenaza bajo la ropa, muy cerca del alma. El espíritu se inflama y vuela la imaginación por el monocorde pasamanos que oficia de ribera y malecón, de su mano caigo de bruces en la melancolía y de la de ella en la poesía, alzando la voz pronuncio los sencillos versos de ese día:  Duerme la garza/ en los ojos del puente/ mácula gris/ en su pupila gigante. El aire se impregna con su perfume y me siento tan vivo como la muerte. En ese instante defiendo que el mundo debería respirar por la delicada herida de la belleza. Que debería ser espacio natural de treguas y batallas. 
Sumido en ella siento que todo cuanto hasta ese momento erizaba mi ánimo de dolor y hastío me consuela ahora en la elemental caricia de esa garza que duerme despierta en el pícaro mirar del puente.
La vida lejos de esa imagen es otra, lo sé, y mezclada en ella, como hebra de humo, el humo chimenea de las fábricas de humo, me despierta a la realidad y ella al frío, anudo estremecido la bufanda y me ato a los galgos camino de casa. A lo lejos imagino a la garza imaginándome y en esa idea hallo el consuelo que demanda el día. 

Al alba

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