VIVIR PARA LOS DEMÁS

Cuentan las crónicas, que más de tres mil niños despertaron grandes sonrisas al papa Benedicto XVI durante su trayecto y reciente discurso en la plaza de la Paz de Guanajuato, México. Muchos de esos niños soportan el peso de la marginación, el abandono, la violencia o el hambre, sin embargo todos parecían estar llenos de júbilo por un momento. Pensando en esta estampa de felicidad, se me ocurre que tenemos que producir más amor y menos intereses.

A todos nos corresponde desenmascarar a los sembradores del mal y reeducar las conciencias hacia una vida más consciente y solidaria con el ser humano. Sin duda, debemos ejercitar mucho más el amor por los demás y mucho menos las armas hacia nuestros semejantes. El buen juicio no necesita del crimen. Las armas de todo tipo, incluidas las bacteriológicas, siguen siendo de fácil acceso y de creciente negocio. Este no es el camino de la felicidad, por mucha riqueza que acumulen los que las venden o por mucha alarma que siembren los que las usen. Benedicto XVI va a poder elogiarlo como guía para el bien del mundo. Nos consta que, en el corazón del papa, está una justa preocupación por la falta de caridad hacia los demás.

El refrán de que si tienes mucho, da mucho; si tienes poco, da poco; pero da siempre, nos recuerda, que en un mundo de problemas comunes, ninguna nación puede subsistir por sí misma. De igual modo, nadie puede vivir feliz sino vive para los demás.

VIVIR PARA LOS DEMÁS

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