Tribunal Supremo al Real Decreto:

se sacrifica y cuartea el “animalito” separando sus partes nobles o progresistas e innobles o conservadoras, no siempre coincidentes con el gusto del consumidor. Compra en la verdulería un manojo de demagogia fresca, dos de populismo, tres de oportunismo rabiosamente verde y un buen atado de hipotecados bancarios. Procura después en el puesto de los progresistas un kilo de esencias propias de derechos y en el de los conservadores de obligaciones. Pasa por el de los nacionalistas y le pides una bolsa de egoísmo dulce. Si eres de los que le gusta picante, adquieres gresca en el de los extremistas; es una especia ruda y explosiva que le va a dar al plato un marcado carácter ideológico, lo va a empoderar.
Pon luego a macerar la parte progresista del TS en un RD decreto de 1995, un gran reserva con mucho cuerpo y sabor a impuesto en boca, y una vez que se ablanda le añades los hipotecados bancarios, verás como el TS libera a los primeros y carga en los segundos el peso de la salsa, si la pruebas advertirás que está fuerte, tanto que casi repugna en las arcas del estado, pero que conserva un fresco aroma a esperanza, la que le da el sufrido prestatario. Es el momento de añadir la parte conservadora. Cocínalo a fuego lento y verás como se va equilibrando el guiso hasta que el Real Decreto vuelve a adquirir todo el protagonismo.
Sírvelo y disfrútalo, estás degustando el alma del pueblo y el corazón del Estado.

Tribunal Supremo al Real Decreto:

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