Feijóo tiende puentes

Aprimera vista pareció que en su reciente visita a Barcelona el presidente gallego se había visto aquejado por el conocido síndrome de Estocolmo. Esto es, por esa reacción psicológica en virtud de la cual uno desarrolla raras relaciones de complicidad con quien le ha venido causando daño o incomodidad manifiesta.
Pero no. Feijóo es un dirigente con muchas horas de vuelo como para dejarse afectar por el escenario. Invitado por el Círculo de Economía, Feijóo pronunció allí la semana pasada una conferencia sobre estabilidad y sostenibilidad de un Estado descentralizado y dijo cosas que habrán de ser interpretadas desde otras claves.
Para gozo del auditorio y de la prensa regional, el titular de la Xunta apeló una y otra vez al diálogo y aseguró que “no caben líneas rojas, sino que debe haber muchos teléfonos rojos, con permanente comunicación”. Se descolgó después con la enigmática idea de que “la ley nunca puede ser un obstáculo para que exista empatía”, un término este muy del gusto último de la vicepresidenta Santamaría.
Y sorprendió de forma especial cuando abogó o sugirió la concesión a Cataluña del concierto económico. Es decir, de una fórmula privilegiada de financiación para aquella comunidad, en línea con la que ya gozan País Vasco y Navarra y que tan pingües beneficios les está reportando.
Según crónicas llegadas y en contra de lo por él mantenido hasta el momento, Alberto Núñez Feijóo argumentó que no es fácil de explicar que a Cataluña no se le dé el concierto económico cuando lo tienen vascos y navarros.
La réplica hubiera sido fácil: no se le ha dado porque no tiene derecho alguno a ello, al igual que no se le ha concedido a Madrid o a cualquier otra comunidad que lo deseara.
Como se sabe, el concierto en cuestión es una institución de naturaleza económico fiscal incluida en la garantía constitucional de la disposición adicional primera de nuestra carta magna, que remite a los derechos históricos de los territorios forales. Y si ya se vienen aceptando éstos porque no queda más remedio, no parece muy oportuno ampliar las excepciones cuando no hay base histórica ni de otro orden para ello.
Así las cosas, habrá que enmarcar la conferencia de Feijóo y sus propuestas o sugerencias como un empuje a la nueva política del PP ante el pulso separatista y como un estímulo al mandato de Rajoy de reconducir las relaciones con el Ejecutivo autonómico catalán. El problema es que por parte de la Generalidad no se está viendo de momento un talante paralelo.
La mejora de la financiación podrá tener solución por las vías ordinarias. Pero el nudo gordiano pendiente de desatar es cómo va ser eso del “encaje” de Cataluña en el resto de España, sobre lo que nadie, empezando por el Gobierno, ha enseñado hasta el momento sus verdaderas cartas.

Feijóo tiende puentes

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