Política basura

conversaciones personales traicionadas, mensajes agresivos, intercambio de pedradas entre el Gobierno y la Comunidad de Madrid mientras avanza el virus, abaratamiento del concepto “fascista” en los debates nuestros de cada día, etc. Una ola de política basura recorre España. Pero en la basura también crecen las flores, como la flor de loto, un símbolo de la pureza. Dicho sea porque sobre la basura más maloliente suele aparecer el brazo de la justicia. Y esa es siempre una buena noticia.
No es tanto la presunta transgresión de la ley, sino la insoportable banalización de las motivaciones. Es lo que quiero señalar. De nuevo el factor humano. Véase el caso “Kitchen”. El escándalo nace en el ataque de contrariedad sufrido por un exsecretario de Estado, Francisco Martínez, pues su partido lo excluyó de las listas electorales. Así cayó en un lugar común del político resentido. Si lo dejan solo, tira de la manta.
No es una irreprimible sed de higiene. Como no mueve a Iglesias el deseo de comprender al adversario cuando pide a García Egea que vocalice. Tampoco actúa Iglesias movido por la empatía cuando, después de ser ninguneado y abroncado por Sánchez en cierto lance político, lo único que se le ocurre en elogiar al presidente porque le acabó pidiendo disculpas.
Viva la coherencia, señor Rufián. Este dirigente de ERC ha pedido la ilegalización del PP por haber usado indebidamente los órganos del Estado mientras él y su partido, esforzados adalides de una futura república de Cataluña, trabajan para conseguir la demolición de ese mismo Estado que, según la también independentista Miriam Nogueras, “es un nido de corruptos, analfabetos y fascistas”.
A ese tipo de conductas me refiero al hablar de política basura. Por ejemplo: pedir unidad con una mano tendida hacia el otro y abofetearle con la otra. Por supuesto que me refiero a Sánchez, interesado no en acercar al PP sino en empujarlo hacia la extrema derecha.
El último dislate se lo apunto a Abascal cuando acusa al Gobierno de ser “peor que la dictadura de Franco”. Eso nos distrae de sus inclinaciones, pues presenta esa dictadura como algo indefendible, cuando la realidad es que nunca el dirigente ultraderechista dijo nada malo del régimen de franquismo.  

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