El patio de monipodio

Eso y no otra cosa simila el mariachi de ministros que rinden guardia pretoriana al inefable y políticamente torpe Rajoy. Hasta tal punto ha calado la anterior observación, que hasta el mismo Aznar se ha visto moralmente obligado a reaparecer en la recepción del Palacio Real el día de la Hispanidad, en un acto de advertencia tácita para el señor que el propio Aznar denominó sucesor, en un momento de equivocación política del que sin duda se arrepiente. “Aquí estoy”, dijo en tres ocasiones y después se marchó son su mujer, Botella, especialista en lengua inglesa.
Los ministros de Rajoy se meten, una vez y otra, en competencias propias de otros compañeros de gabinete. Así, la indescriptible Fátima Báez, todavía ministra de Trabajo, ha dicho: “Los juzgados no están mal dotados, pero los jueces tendrían que oír menos la radio durante las vistas”. ¿Han leído ustedes alguna vez tamaño disparate? Y el tal Cañete, desfacedor de Agricultura, se ha metido en un ministerio que no le compete y ha proferido: “Las Fuerzas Armadas no necesitan renovar su material sino marcar mejor el paso”. ¡Arrea, manco!
Por su parte, la Mato, que tiene a su cargo “escarallar” la Sanidad, se ha metido donde no le llaman y ha matizado: “Por más que se mejoren las carreteras, los automovilistas españoles no harán un buen uso de ellas hasta que no aprendan a conducir mirando al frente”.
Esta mujer no es políticamente más tonta porque no entrena. Pero va el ministro de Defensa y, estando muy en su cargo, afirma: “La leche española no es competitiva porque sabe a caca. De vaca, pero a caca”. ¡Bravo! Y así querrá recuperar Gibraltar. Y nuestra amiga, la ministra de Fomento se destapa y sentencia: “El mal de los hospitales no es la privatización, sino el exceso de alcohol en los quirófanos”. Pero, señora, ¿Por qué no se dedica usted a sus trenes que por desgracia ya le descarrilan bastante?
Total que el coitado y gris Rajoy ciertamente no da pie con bola, pero si volvemos la vista a “sus hallazgos ministeriales”, aún no sé cómo todavía respira.

El patio de monipodio

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