La batalla de Bruselas

Decisivo fin de semana para las aspiraciones de España al maná financiero de la UE, en medio de una sorda pugna entre el norte luterano y el sur derrochador. En términos de fortaleza política y credibilidad fiscal, no llegamos en las mejores condiciones de acceso al llamado Fondo Europeo para la Reconstrucción. En total, 750.000 millones de euros, de los que 140.000 vendrían a España (63.000 millones en créditos a devolver y 77.000 en transferencias sin retorno), según los iniciales planteamientos franco-germanos asumidos por la Comisión.

La Comisión propone y los 27 gobiernos-parlamentos disponen, tras la cumbre de este fin de semana y, hagámonos a la idea, después de una segunda cumbre a finales de julio. Las posiciones están tan enconadas que nadie apuesta por una inmediata fumata blanca. La propia Angela Merkel se lo dijo a Sánchez en su cita del otro día en Berlín.

El presidente del Gobierno apela al “diálogo”, en nombre de los valores fundacionales de la UE, y se defiende preventivamente contra los “vetos” de los socios conocidos como “frugales” (Holanda, Austria, Dinamarca, Suecia y Finlandia), por su rigorismo fiscal.

Frente a la apremiante necesidad española de afrontar ya mismo el hundimiento de una economía recostada en el sector servicios (el más afectado por la crisis del coronavirus), los “frugales” oponen la “condicionalidad” de la ayuda. Muestran una firme oposición al modo subvención (genera deuda europea) y más receptivos al modo préstamo (créditos a devolver con intereses). Y exigen garantías de que se acometerán las reformas pendientes por incumplimiento de anteriores compromisos.

Ese es el fondo de la cuestión en la batalla de Bruselas, donde, como se ha dicho, Europa se la juega y España también. Y nuestro país no está España en las mejores condiciones de hacerse valer. Se vio en la fallida candidatura de la vicepresidenta, Nadia Calviño, a la presidencia del Eurogrupo, y se desprende de la imagen tóxica de un Gobierno desatento con la ortodoxia fiscal que incumple sus compromisos en materia de reformas, ambiguo respecto a la dramática situación de Venezuela y con presencia de comunistas en el Consejo de Ministros.

No todos esos vectores del problema salen a relucir, pero todos cuentan hoy por hoy en la forja de una credibilidad de la que España carece por unas y otras razones. No procede el rasgado de vestiduras ante el muro que este fin de semana nos van a plantar en Bruselas. Es lógico que Europa nos exija planes creíbles a la luz de su ortodoxia presupuestaria. Y es lógico que quiera saber cómo nos vamos a gastar y como vamos a devolver los dineros. 

La batalla de Bruselas

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