Pronto se esfumó el glamur

Los pocos días transcurridos desde que el pasado día 7 tomara posesión el Gobierno Sánchez han sido más que suficientes para mostrar en qué mundo vivía buena parte de esta gente cuando eran oposición parlamentaria o hacían lo equivalente desde los medios de comunicación en que estaban agazapados. Y es que parecen caerse del limbo cuando otros les están aplicando la mismísima medicina que ellos recetaron a diestro y siniestro a la derecha de turno.
Poco más de una semana ha bastado para comprobar cómo los días del glamor inicial se han esfumado ya; cómo el flamante presidente que venía a renovarlo todo y a ofrecer la transparencia absoluta ni siquiera conceda el consuelo de alguna comparecencia a través del plasma televisivo que él y sus gentes tanto reprocharon a Mariano Rajoy. Y para descubrir que frente a la jauría, la inocencia no vale nada, como si ellos hubiesen sido ajenos al conjunto de quienes, como dice el diccionario de la RAE, han “perseguido con saña” a los Gobiernos del PP. 
Tras la dimisión de Màxim Huerta, precipitada por sus declaraciones de hace unos años, y después de la crisis que abre su promesa incumplida de no nombrar a imputados -caso del ministro de Agricultura-, Pedro Sánchez está empezando a sufrir un castigo inesperado, sobre todo porque se lo propina él mismo. Como bien se ha dicho, su nivel de exigencia ha sido tan alto y tan demagógico que el Sánchez opositor va a ser, si no lo es ya, el peor enemigo del Sánchez presidente. 
No sé si será este el mejor momento para poner de nuevo el tema sobre la mesa.  Pero desde ámbitos ajenos a los partidos más directamente afectados empieza a replantearse la cuestión de  si no estaremos llegando demasiado lejos en la exigencia de un historial impecable, puro y sin mancha a los cargos públicos y políticos; de si la letal coincidencia de corrupción, crisis y ajustes no ha dado pie a estados de ánimo abusivos, oportunamente excitados por unos o por otros, que buscan castigos ejemplares para unos políticos designados colectivamente como culpables. 
Cuántas veces se ha lamentado, por ejemplo, que muchas carreras políticas se hayan visto truncadas desde el minuto uno por una imputación; esto es, por una investigación judicial que en su momento puede devenir o no en causa penal y en eventual condena o no.
Así escribía días atrás en un medio digital la periodista Cristina Losada, que fue, como se recordará, cabeza de lista por A Coruña en las últimas elecciones gallegas. Y no es que, a mi juicio, le falte razón, pero me sorprende que así sea cuando el partido por el que se `presentó -Ciudadanos- ha sido y sigue siendo destacado promotor de esa absurda Justicia preventiva que condena en la práctica mucho antes de que los Tribunales se hayan pronunciado y el acusado, agotado todos los recursos a su alcance.

Pronto se esfumó el glamur

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