Tragamos con todo

Créanme que hace ya mucho tiempo que tengo ganas de escribir este artículo, pero la actualidad me ha llevado a postergarlo hasta hoy, que, ya harto de los separatistas catalanes y sus desleales gobernantes, me he decidido a escribirlo soslayando por un momento la actualidad política del País. Se trata de reflexionar sobre las nuevas formas de tratarnos en diversos ámbitos a todos los ciudadanos.
Me temo, además, que lo que voy a contarles cuenta con nuestra absurda complicidad, porque si no lo aceptáramos, difícilmente podrían aplicarnos este “trágala “con el que se nos castiga cada día. Seguramente usted habrá pensado en algún momento que le suceden cosas en su vida cotidiana que nos son normales, por ejemplo, cuando acude a un comercio a comprar un regalo para algún ser querido y, una vez realizada la compra, le preguntan si lo quiere envuelto para regalo y, en ese caso, le cobran aparte la envoltura.
Tampoco le resultará entendible que ahora en muchos supermercados le cobren las bolsas para llevarse su compra. Hay cosas que ya aceptamos como normales cuando no lo son. Usted va a una gasolinera y tiene que servirse el carburante y no por ello le cobran a usted menos por el litro de gasolina. Esto es, además, una barbaridad porque le obligan a manipular material altamente inflamable sin ninguna formación para ello. Se ahorran empleados a nuestra costa y nosotros los aceptamos.
Si usted tiene que viajar en avión dispóngase a pagar por la maleta y si pretende tomar un refresco a bordo, saque el monedero. Esto no era así, aparte del refresco le facilitaban un periódico y todo ello estaba incluido en el precio del billete. Si usted tiene coche, hoy es un lujo no tenerlo, como herramienta de trabajo sabe que habrá de pagar por aparcar prácticamente en todas las calles. Lo que empezó siendo una suerte de ordenación del aparcamiento en superficie es, hoy por hoy, una recaudación desmedida que explota una empresa privada que tiene pingues beneficios. Antes entendíamos que para esas cosas pagábamos el impuesto de circulación, ahora, encima del impuesto, el ticket y, si no, multón.
Otra cosa que me llama la atención, vamos que me cabrea, es que, supuestamente, al agua no se le puede ganar dinero y entonces te cobran por la gestión del agua, lo cual me parece razonable, siempre y cuando el cobro sea proporcionado y, mucho me temo, que no lo es y solo así se explica que todos los ayuntamientos tienen su empresa municipal de aguas que, con participación  de empresas privadas, ofrecen beneficios millonarios a sus accionistas y se han convertido en el gran pulmón económico de los entes locales que lo utilizan como fondo de capricho para realizar actividades que nada tienen que ver con la gestión del agua.
Y puestos a pensar en lo que nos ocupa, me molesta también ese impuesto-castigo que es el impuesto de patrimonio: si usted, después de pagar sus impuestos, ahorra un dinerillo y decide comprar una propiedad, usted será castigado con este injusto impuesto, porque si en lugar de invertirlo usted se lo gasta en fiestas, usted no tendrá que soportar este gravamen vitalicio.
Extraña manera de animar a ahorrar. Y, ya para otro día, dejaremos lo del recibo de la luz que, por un consumo de diez euros te cobran cuarenta y se quedan tan tranquilos. Ojalá algún día los gobernantes se pongan en la piel de los ciudadanos y entiendan los castigos injustos a los que estamos sometidos. Hoy por hoy, queridos amigos, tragamos con todo y, lo peor, es que ellos lo saben y con ello nos castigan.
 

Tragamos con todo

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