El día de los niños

Para los niños de la posguerra, del tardofranquismo e incluso para muchos de los que crecieron en los albores de la democracia que no sabían de la existencia de Papa Noel, el comienzo de las fiestas de Navidad lo marcaban sus “colegas” de San Ildefonso cantando la lotería y el período festivo concluía tal día como hoy, con la llegada de los Reyes Magos, que casi siempre pasaban de largo por sus casas o venían ligeros de equipaje.
Por eso, el día de Reyes no era especialmente esperado, ni celebrado. A los niños de aquellas generaciones las “circunstancias” de la vida no solo les dejaron sin juguetes, sino que les arrebataron la infancia que les correspondía y, además de pasar mil calamidades, asumieron responsabilidades -y trabajos- que los hicieron adultos antes de que tuvieran edad para ello.
Como no hay mal que cien años dure, en las últimas décadas el progreso llegó a raudales al país y gracias a él  la inmensa mayoría de los niños de hoy -y de las últimas generaciones- celebran la Navidad, no sabría decir si más atraídos por la generosidad de Papá Noel que entra por las chimeneas de sus casas o por la magia de los Reyes Magos que llegaron la noche pasada a lomo de sus camellos para satisfacer todas las peticiones, aún aquellas más exigentes. El hecho cierto es que hoy, en las calles y plazas de las ciudades y en las aldeas de Galicia sobresale de manera especial la ardiente vitalidad de la población infantil que desborda felicidad disfrutando de los juguetes y contagia alegría en su entorno. Son los niños felices.
Pero tristemente -y no es por amargar la fiesta-, la historia a veces se repite y hoy vuelve a haber muchos niños tristes, sin juguetes y, lo que es más grave, sin su infancia, arrebatada por la crisis que va dejando graves secuelas en su personalidad por las especiales circunstancias que viven en sus propias casas tocadas por el paro, la emigración, las dificultades para llegar a fin de mes y hasta el hambre y, sobre todo, por la falta de esperanza que ellos perciben en el entorno familiar.
Lo expresaba bien un pequeño en una carta de especial dramatismo en la que dejó escrito: “Queridos Reyes Magos, no quiero juguetes, quiero comida para no acostarme con hambre y un trabajo para Papá”. Es la realidad de muchos niños, las víctimas que la crisis nunca debería cobrar.
A ver si los gobernantes se disfrazan de magos y en este año que empieza implementan políticas que vayan dejando trabajo, que hoy es el juguete más necesario para millones de niños y adultos. 

El día de los niños

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