La Marea fracasó

Ningún movimiento político, desde el inicio de nuestra democracia ha sido tan generosamente tratado por la ciudadanía y los medios como Podemos y sus llamadas confluencias. Recibieron millones de votos sin hoja de servicio alguna. Nada avaló su proyecto, solo dosis de populismo, unas campañas de comunicación bien orquestadas y una gran habilidad para incrustarse en las olas de cabreo que se esparcieron por todo el país de la mano de la crisis que Zapatero negaba y que carcomía los cimientos de las economías familiares hasta el hartazgo y la insoportabilidad. 
Ese fue su caldo de cultivo y de ahí recogieron una inmerecida cosecha. Daban igual sus méritos y los nombres que integraban sus listas, los ciudadanos se prestaron a votar un engendro que servía de altavoz para la indignación que muchos compartían. A partir de ahí, solo cabía esperar las acciones que las nuevas políticas que anunciaban para verificar la calidad de sus promesas y el grado de compromiso con aquellos que les confiaron su voto. Era el momento de la verdad y es ahí donde fallaron estrepitosamente. 
Ni sus líderes nacionales dieron la talla, sirvan como ejemplo la defenestración de Carolina Bescansa o el congreso que evidenció el distanciamiento entre Iglesias y Errejón, que mostraron que Podemos era la suma de cosas distintas, de ideas contradictorias difícilmente encajables en un mismo proyecto. La compra del casoplón de Iglesias y Montero demostró que los podemitas del sur, Kichi y su novia, tampoco compartían las aburguesadas ideas de Pablo e Irene. Los anticapitalistas de Podemos vieron como su lucha contra la banca y los desahucios perdía fuerza al trascender la hipoteca ventajosa de los máximos lideres de Podemos. 
Las encuestas que tanto pregonan cuando les interesa, sitúan a los podemitas en la irrelevancia política, así está desaparecido Iglesias, que pasó de ocupar todos los espacios televisivos a refugiarse en su mansión alejado de la vida real y de aquellos que, desde el sufrimiento lo auparon a los altares. Quedaba por ver lo que los alcaldes del cambio eran capaces de hacer y aquí se confirmó la incapacidad de los podemitas y sus confluencias para aportar algo a la ciudadanía. 
La gestión de los ayuntamientos de la Marea en Galicia es un desastre, se mueve entre la nada y la irrelevancia. La nada porque no han aportado ninguna novedad y la irrelevancia porque su política de gestos quedará para la ihistoria como una colección de pancartas que colgaron en los balcones consistoriales con frases vacías y slogans utópicos. Nada que analizar de su no gestión, salvo la incapacidad para ejecutar presupuestos. Sin ideas y sin proyectos no ven ni imaginan en qué invertir los dineros públicos. Eso sí, subieron impuestos y los ciudadanos que no acaban de ver qué hacen con sus dineritos. 
Pero decir que nada cambió sería injusto; las economías personales de sus inscritos con cargo público mejoraron un montón, tanto que se alejaron de aquellos que decían defender y acabaron por mandar a la policía a cargar contra los okupas que tanto les gustaban y a los que decían representar. El PSOE tendrá que explicar algún día por qué los mantuvo en los gobiernos y, sobre todo, si les renovará ese apoyo tras las próximas municipales.

La Marea fracasó

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