¿Qué bello es vivir?

Hay una estadística que no figura en los recopilatorios del año que termina: la referida a aquellos a quienes, determinados a acabar con sus vidas, no se les apareció un ángel en el instante postrero para convencerles de lo bello que es vivir. Unas cuatro mil personas se suicidaron en España durante este último año, víctimas todas ellas de la primera causa de muerte no natural, pero, en muchos casos y al contrario que la natural, perfectamente evitable.
Ahora que la desacralización de la Navidad ha llegado hasta lo laico, dejando estas fechas equinocciales enteramente a merced de los grandes almacenes, de los cretinizantes anuncios de perfumes, de los cuñados hollando salvajemente la intimidad y del bebercio sin tasa, ninguna o casi ninguna de las cadenas de televisión, que ya son unas ocho mil, programan éstos días la película navideña por antonomasia, la maravillosa “¡Qué bello es vivir!” en cuyo guión trabajó de extranjis un Dalton Trumbo a quien la Caza de Brujas condenó al pero y al silencio por sus ideas izquierdistas y por negarse a ser un chivato. En esa soberbia película de Capra, inspirada en una novela aún más excelente si cabe cuyo autor logró publicar años después pagando la edición de su bolsillo, un ángel evita que el personaje de James Stewart se arroje desde un puente haciéndole ver lo chungo que sería su mundo, Bedford Falls, si él no hubiera nacido.
¿Qué ángel, bien que en forma de políticas preventivas del suicidio, se les apareció a los cuatro mil compatriotas que éste año no encontraron ni fuerza, ni convicción, ni argumentos, ni atención específica, que les persuadiera de lo bello que, pese a todo, es vivir, de lo trascendente y necesario de que nacieran? El tabú del suicidio, que enmascara la impotencia social ante esas trágicas muertes cuando no, por dejación, la complicidad en ellas, impide, por la ausencia de una gran plan nacional contra el suicidio y sus causas, salvar muchas vidas de las que se precipitan desde los puentes a los abismos.
¿Qué bello es vivir? A falta de la atención pública y privada que requeriría esa matanza autoinfligida que se cifra en la pérdida anual de miles de vidas valiosas, vuelvan a programar las televisiones en éstos días navideños, de intenso sufrimiento para tantos, esa película que tal vez haya salvado, desde que se estrenó en 1946, alguna vida.  

¿Qué bello es vivir?

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