Seda e hispanidad

El 12 de octubre de 1492 llegaba la expedición capitaneada por Cristóbal Colón a la isla de Guanahani, archipiélago de las Bahamas. Sin saber que estaban descubriendo el vasto territorio americano. Para el Almirante aquello era Cipango (Japón), y es que era allí donde se dirigía buscando abrir una ruta marítima hacia Asia. Esa era la seda de su ambición, y en ella rasgó el velo de ignorancia que cubría nuestros ojos y conocimientos negándonos conciencia de tan bello continente. 
Más tarde el error fue a peor, pese a que le llamamos colonizar en aras de civilizar y catequizar. Sabiendo ya, eso sí, el porqué, ponerla a nuestro nombre. 
No fue un acto edificante el de apropiarnos de ella por el siempre hecho de habérnosla topado casualmente en el camino. Es más, el acto en sí supone el mayor canto a la ignorancia que se haya entonado jamás, porque ¿qué derecho otorga el ignorar para hacer del hallazgo título de propiedad? Sin embargo, era así, y aún hoy lo es, de tal manera que si alguien descubre algo de inmediato lo nombra e inscribe a su nombre. Nosotros a América no la nombramos porque Colón no quería que algo tan prosaico le estropease sus exóticos sueños orientales. En la seda de esta celebración ponemos poca razón y mucha pasión. Para unos supone el esplendor de la patria, para otros un holocausto, pero lo cierto es que no es sino el oscuro devenir de los días de los hombres en manos del sucio comercio de la vida.

Seda e hispanidad

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