LO SUPERFICIAL

Vivimos unos momentos en los que la política se basa en la discusión de conceptos simples y superficiales. La velocidad que marcan los medios de comunicación con la complicidad de los gabinetes profesionales de las organizaciones políticas, nos lleva a esta situación. Hemos abandonado el argumento serio por el grito demagógico; la decisión meditada por el último índice de audiencia; el discurso elaborado a largo plazo, por la primera frase corta que gane el titular del día siguiente. Así, por ejemplo, simplificamos la resolución de la crisis económica a dos conceptos; por una parte, la “austeridad” y, por otra, “el crecimiento”, como si ambos términos fueran contradictorios entre sí. Se quiere lanzar la idea de que “el que recorta es malo” y “el que gasta es bueno”, sin pararnos a pensar cómo financiamos los servicios públicos y si son sostenibles.
En este escenario de mediocridad intelectual es lógico que se incremente el voto populista de los neochavistas marxistas y los xenófobos ultras. Los políticos de peso han abandonado la defensa de la responsabilidad como principio rector de sus decisiones; y al que no lo ha hecho, le llueven críticas inmisericordes. La confrontación entre el derecho a la vida y el derecho a decidir se simplifica tachando a unos de fachas y a otros de progres. Así, a quien defiende la vida se le tacha de ideólogo y a quien defiende la muerte se le etiqueta de normal.
En los próximos 15 meses se celebrarán en España dos procesos electorales; las elecciones municipales y posteriormente las generales. A mayores posiblemente se convoquen autonómicas en Cataluña, bajo el mensaje irracional de “España nos roba”. El debate sosegado y con sentido común dará paso al ruido frentista y a la crítica emocional. Las propuestas pragmáticas basadas en las posibilidades que ofrece la realidad se verán eclipsadas por las promesas “buenistas” de los mismos que nos llevaron hace tres años a la situación actual. Mientras tanto, al que argumenta en voz baja no se le escucha. El líder de la oposición telefonea a “Sálvame”. Ha ganado el “Pilar Raholísmo”. ¡Dios mío, qué país!

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