¿Adiós, Rajoy, adiós?

Días como estos que vivimos sustentan las noticias más en sensaciones, y hasta en rumores, que en hechos probados y en certezas. Y, así, toman cuerpo, pero aún desde el aire, dos hipótesis: una, que la candidatura de Pedro Sánchez hacia La Moncloa avanza, a lomos de guiños parlamentarios no siempre políticamente estéticos; y otra, que las posibilidades de Rajoy de mantenerse en el cargo, aunque al final fuese el Partido Popular quien presidiese el futuro Ejecutivo, son cada vez menores.
La radiografía de la situación sería, así, en estos momentos la que sigue: Rajoy no consigue el suficiente número de escaños aliados, incluso suponiendo que le apoyase, más explícitamente de lo que lo hace, Ciudadanos, y su única posibilidad de mantenerse en el cargo y lograr la investidura, partiendo de la base de que lo desee, sería ir a unas nuevas elecciones, en las que muy probablemente el PP vería aumentada la votación que recibió el pasado 20 de diciembre. 
No quisiera apresurarme en el “adiós, Rajoy, adiós”, ni en el elogio políticamente fúnebre a quien ha tenido, en su trayectoria de la pasada legislatura, aciertos, bastantes, y errores, algunos, el más grave de ellos, a mi juicio, no haber adelantado las elecciones y habernos evitado, así, estos previsibles meses de interinidad, tan perniciosos en los momentos que vive la unidad territorial y tan delicados en lo referente a la coyuntura económica. He criticado mucho a Rajoy s y, por ello, me siento autorizado a reconocer que, en los momentos en los que podría -podría- producirse su salida, estamos ante el mejor Rajoy, el que ha propiciado un viraje en su propia trayectoria. Así es la política: está pagando los años de opacidad y escaso diálogo político, centrado, como estuvo, en restañar los daños económicos. 

¿Adiós, Rajoy, adiós?

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