Desde la añoranza

Cinco siglos desde el adiós del cardenal Cisneros. Dos veces regente de España. Confesor de Isabela Católica. Arquetipo de virtudes, progresista, fundador de la Universidad de Alcalá de Henares, estadista. Consagrado a Dios desde su humilde sayal de franciscano- que llevaba por debajo de la pompa eclesiástica impuesta por El Papa por su dignidad de arzobispo de Toledo- y el catre que ocultaba bajo la gran cama renacentista donde reposaba. Inquisidor general. Autor de la Biblia Políglota, popularizándola. Leal a España y a la corona. Tanto o más destacable en estos tiempos de traiciones, trepas y vagos que rozan lo esperpéntico, la “kale borroka” y la patética corrupción generalizada. Fernando de Aragón lo definió con exactitud: “ Es muy buen sujeto, de muy sanas intenciones, no tiene amigos importunos ni familia a quien ensalzar; le debe todo a la reina Isabel y a mí”.
Al fin, en justa y concienzuda exposición, la catedral de Toledo organiza la muestra hasta el 18 de febrero de 2018 dedicada a figura tan señera con casi cuatrocientas piezas documentales y artísticas. ¡Qué fata nos haría hoy un político de tal calaña para establecer orden, progreso y libertad en todos los pueblos de España! Retrato en el Prado. Cetrino, afilado, aguileño, labio saliente. Voz clara, lacónica, convincente.
Alto. Delgado. Ojos taladrantes. Murió pobre tras consagrar su vida a Dios y a la patria. Preguntado en una ocasión por varios nobles –impresión primeriza de lectura infantil– quien le confiara la soberanía nacional alegó que por el testamento de Don Fernando y el nombramiento de Don Carlos; dado que no les satisfizo la respuesta, los llevó a la ventana y les señaló el parque de artillería: “Esos son mis poderes”.
Es de bien nacido ser agradecido. Hoy rindo tributo de gratitud a tan egregia figura histórica nacional, pues no en vano cuento en mi palmarés con la cruz de caballero de la Orden de Cisneros.

Desde la añoranza

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