La sombra negra del 28-A

Es normal que Pedro Sánchez sueñe con una cosecha electoral suficiente para gobernar sin depender de terceros. Lo expertos en demoscopia ya han dicho que es imposible. Que será Podemos por la izquierda o Ciudadanos por la derecha. El problema sólo sería entonces decidir si formar coalición de gobierno o contar con el apoyo exterior del socio para sacar adelante las iniciativas parlamentarias.

No es esa la sombra negra que planea sobre la gobernabilidad, que es el reto del día después de la votación. La sombra negra negrísima es que el PSOE, como virtual ganador, necesitase de lo escaños del independentismo para formar un Gobierno “estable”. Aritméticamente “estable”, se entiende, porque políticamente sería un campo de minas. Y eso está reñido con la gobernabilidad, divino tesoro, que España pide a gritos desde que el bipartidismo pasó a mejor vida en diciembre de 2015.

En este punto del razonamiento nos salen al paso las ofertas de diálogo que el PSOE ha recibido de las dos versiones “indepes”. Las que personalizan Puigdemont desde Waterloo y Junqueras desde Soto del Real. Ambos se ofrecen como garantía de freno a las tres derechas de la plaza de Colóon. En carta abierta en “La Vanguardia” los cuatro candidatos-presos de JxCat y en carta del líder de ERC a su militancia, la mano tendida (“incluso a los que nos encarcelan”, dice Junqueras) se acompaña de una exigencia común: referéndum de autodeterminación.

A las dos propuestas de apoyo respondió el domingo en Las Palmas el presidente del Gobierno. Nada nuevo dijo Sánchez. Diálogo, sí, pero sin desbordar los límites la Constitución y el Estatuto de Autonomía. Y es el caso que los desborda la mentada exigencia de autodeterminación.

Es ya un lugar común en la posición de Moncloa. Sin embargo, erre que erre, los otros vuelven a la carga: “Nos dicen que nunca podremos ser independientes. Y lo seremos, no tengáis ninguna duda”, dice Junqueras a su gente, mientras remeda el slogan electoral socialista para arrimarlo a su sardina: “Haremos que pase”, dice después de afirmar que “el referéndum es inevitable en una verdadera democracia”. Y eso contrasta con la declarada firmeza antiseparatista del presidente: “Nunca aceptaré el derecho de autodeterminación en Cataluña”.

Así que antes de enredarnos en este dialogo de besugos, solo nos queda especular con dos vectores del análisis. Uno, la sordera táctica del independentismo ¿No ha oído que Cataluña nunca logrará la independencia con un Gobierno socialista? Y otro, el más toxico. Que Sánchez sea un mentiroso compulsivo y acabe aceptando el apoyo de los separatistas si le hace falta para seguir en la Moncloa.

Sobre este segundo vector descansan las difamatorias acusaciones de traición a España que Casado y Rivera le dedican a diario.

La sombra negra del 28-A

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