La treta de los pactos

os Pactos de la Moncloa del 77 son el modelo de acuerdo político recurrente cada vez que, como ahora, España padece una crisis severa cuya solución rebasa las posibilidades del partido del Gobierno. 
Aquellos pactos salvaron a España de la quiebra económica, allanaron el camino a la Constitución y a la reconquista de la democracia y fueron posibles porque los agentes sociales y los líderes políticos eran conscientes de la dimensión histórica de su misión que era acabar con los destrozos políticos, económicos y sociales de la dictadura.
¿Son necesarios ahora otros pactos “en modo siglo XXI”? Sin duda. Primero para levantar la moral ciudadana, muy tocada, y recuperar una economía destrozada por la parálisis que impuso la pandemia. Segundo, para abordar viejos problemas -la reforma de las administraciones, el modelo territorial y el desafío independentista, la ley electoral, las pensiones, la educación…-, que requieren reformas que se fueron posponiendo. La meta a alcanzar con los nuevos pactos debería ser sentar las bases para que España salve este escollo y siga avanzando en los próximos años por la senda del progreso.
¿Son posibles ahora esos pactos que “resuelvan” la situación política, económica, laboral y social de España? Por lo que se ve en el patio político partidario parece imposible alcanzarlos, nada invita al optimismo. 
Recuerden los nombres de los protagonistas del pacto del 77: Suárez, Felipe González, Fuentes Quintana, Guerra, Fraga, Carrillo, Roca... Llegaron a la política para servir a España, tenían sentido de Estado y antepusieron los intereses del país a sus intereses personales y partidarios.
Comparen el talento y el talante de aquellos con los de ahora: Sánchez, Ábalos, Lastra, Casado, Abascal, Iglesias, Irene Montero, Yolanda Díaz, Garzón… Estos son profesionales de la política, es su único medio de vida, y están más cómodos en la confrontación que en el consenso. Podemos, socio de Gobierno, va a lo suyo, le resbala el Estado y el sistema. Los nacionalistas e independentistas apoyan al Gobierno cuando les conviene, pero huyen del pacto y la gobernabilidad de España les “importa un comino”. 
Primera conclusión: no es posible pactar con los que quieren acabar con el modelo económico de la Constitución, ni con los que quieren destruir al Estado. Por tanto, al presidente le quedan dos opciones: olvidarse de esta matraca del pacto o buscar otros aliados. Claro que si quiere contar con los constitucionalistas ha de abandonar la arrogancia y retomar el diálogo sincero y cordial para ganar su confianza, algo que él no cultiva. 
¿Utilizará los pactos como treta para acorralar al constitucionalismo? Esto merece otro comentario. 

La treta de los pactos

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