Una insidia inquietante

la esperada comparecencia parlamentaria del ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska se resume en que para explicar la destitución del coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos repitió el pintoresco argumento de que el cese no guardaba relación con la investigación judicial sobre las marchas del 8M y otros eventos multitudinarios autorizados en vísperas del confinamiento. Visto que el famoso informe encargado por la jueza a los agentes de las Guardia Civil ha sido publicado por diversos medios y está circulando por las redes sociales, pintoresco resultó también escuchar a Grande-Marlasca diciendo que no lo no conocía, PP, VOX y Ciudadanos pidieron su dimisión. Petición que todo parece indicar que encontrará acomodo en el abultado registro de la melancolía.
Pese al llamativo naufragio en términos de credibilidad del titular de Interior, quizá lo más destacado del debate no fue el interrogatorio parlamentario al que fue sometido. Si lo fue, en cambio, una intervención del vicepresidente Pablo Iglesias cuyo análisis del momento remite a un marco mental inquietante. En réplica a una de las preguntas de Teodoro García Egea, secretario general del PP, que había traído a colación un episodio biográfico del duque de Ahumada, el fundador de la Guardia Civil, Iglesias acusó al PP de estar jugando con la democracia deslizando la insidia de que con su crítica frontal a la destitución del coronel Pérez de los Cobos los populares alientan a la insubordinación a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
No es la primera vez que Iglesias introduce un ruido de esta naturaleza en el sistema. En sendas entrevistas concedidas al semanario portugués Expresso y el diario italiano La Stampa fija un marco mental similar. Para explicar el desgaste que sufre el Gobierno -por el efecto combinado de los errores en la gestión de la crisis sanitaria y el descontento que se plasma en las manifestaciones cada vez más numerosas- su respuesta ha sido -cito textual-: “Somos conscientes de los ataques de una ultraderecha política y mediática dispuesta a romper los consensos y asumir formas de golpismo”. Todo vale con tal de no admitir errores políticos y de gestión que están a la vista de todos. Pero la acusación es muy grave viniendo de un vicepresidente del Gobierno. ¿Pensará lo mismo Pedro Sánchez? 

Una insidia inquietante

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