Rumores disparados

De acuerdo: el rumor nunca es, o no debería serlo, noticia. Excepto, claro, cuando todo es rumor y este se convierte en noticioso por sí mismo, dada la proliferación de hipótesis, especulaciones e incluso bulos y ‘fake news’ que pueblan el éter, que ya ni los cenáculos ni los mentideros se pueden frecuentar, con las restricciones, para estar al tanto del último chisme. Y, cuando la transparencia se convierte en más bien opacidad, el terreno para el rumor se abona o, cuando menos, se riega para la exageración: conspiraciones militares, maniobras contra la Monarquía (que las hay, pero ¿cuáles?), fulminantes cambios en el Gobierno (que debería haberlos, pero a saber lo que tiene Pedro Sánchez en la cabeza). Y así, un largo etcétera en este ‘rumoródromo’ nacional, en el que se da como cierto lo que no son sino suposiciones y, en cambio, se consideran apenas supuestos lo que es bien cierto.

Se disparan, pues, los rumores. Algunos, creíbles. Otros, con cierta conexión con la realidad, aunque exagerándola. Los más, disparatados. Lo que ocurre es que el nerviosismo es mucho y toda especulación descabellada encuentra su asiento en una opinión pública que busca más información tangible y solo recibe humo, propaganda y/o contradicciones de ‘donde dije digo digo Diego, o dogo, o daga’. Dese usted una vuelta, si no, por las hemerotecas, que son la antítesis del rumor, porque este no puede anidar en el pasado. Y, así, dentro de un mes lo que hoy se ve con unos tintes pasados por la chismografía nacional habrá adquirido sus auténticas dimensiones. Lo de los militares retirados, por ejemplo. ¿Una maniobra más contra el Rey Felipe VI, intentando conectarle con maniobras ultraderechistas sin arraigo ninguno en los cuarteles? O la noticia sobre la regularización fiscal que pretendería Juan Carlos I, que es una filtración llegada a los periódicos incluso antes de que el emérito haya planteado el tema ante la Agencia Tributaria. ¿Es esta filtración, como se malician algunos, un nuevo intento de evitar que quien fue jefe del Estado durante casi cuarenta años vuelva a casa por Navidad? ¿Desean o no desean en La Zarzuela este regreso? Los silencios en aquella Casa poco favorecen que se apaguen los rumores de todo tipo; pienso que la comunicación allí es bastante mejorable.

Y lo mismo cabe decir, conste, del Gobierno. Ya no sé cuántas veces he oído, a fuentes presuntamente bien informadas y dizque conectadas con La Moncloa, que, tras la aprobación de los Presupuestos, Sánchez pretende reorganizar el Consejo de Ministros. Ignoro si las ‘quinielas’ de presuntos cesantes son o no reales, aunque motivos no faltarían para sacar del Gobierno a dos o tres que-yo-me-sé. Y tampoco puedo certificar la especie que circula por ahí acerca de presuntas desavenencias entre el presidente del Gobierno y su Godoy particular, que, dice incluso un periódico digital que suele estar bien informado, habría amenazado dos veces a su ‘jefe’ con dimitir ante los vuelos que se conceden al incómodo coaligado, que antes impedía el sueño y ahora es un muy extraño compañero de cama con el insomne.

Y así podríamos seguir varias horas, enumerando la cabalgata de habladurías, hablillas, infundios, murmuraciones, cotilleos, runrunes y susurros que nos atosigan y que también sirven, supongo, para difuminar realidades más incómodas. Como que vamos a acabar este año con sesenta y tres millones de turistas menos y un millón de parados más, con casi dos millones de infectados nuevos y sesenta mil, o así --que hasta la cifra verdadera de fallecidos por este puñetero virus es un rumor--, huecos de gentes que antes estaban con nosotros y hoy solo están ya, ay, en nuestros corazones. 

Rumores disparados

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