“Larga vida al rey”

a día de hoy, el rey es el mandatario más moderno de nuestra democracia, lo hemos educado con esmero, conoce los secretos de la navegación, de los arcanos del vuelo, habla idiomas, atesora conocimientos, se mueve como pez en el agua por los caudalosos ríos de la diplomacia y el protocolo, representa al Estado sin estridencias y por la naturaleza de su mandato, ha quedado al margen del lodazal político. No se le ha visto gritando, ni mintiendo, ni amenazando; es un hombre digno de respeto, por lo respetable de su exacta distancia, en la proximidad distante, como ha ser, porque el mucho roce hace grosero el tacto. Nos va a dar una reina. Ha formado una familia a medio camino entre lo real y lo plebeyo, emparentando así con el pueblo. 
El anacrónico ser de la institución que lo sostiene ha sido superado por su capacidad de adaptación a los nuevos tiempos. Ocurre que los nuevos tiempos no han llegado, y no por su culpa, sino por la mucha culpa de toda esa tropa que nos desgobierna, capaces de cualquier atrocidad e incapaces de la menor virtud. ¿Quién de ellos atesora la formación del rey, quién hace gala de sus virtudes? Ninguno. No debería ser así, pero lo es, a eso hemos llegado de la mano de una cuadra de rancias monarquías de uno y otro signo, esta sí, absolutistas, y sin sombra de ética ni atisbo de ideología, al albur de ese interés que ordena copar el poder al precio que sea. 
Esta desmerecida república merece este rey.

“Larga vida al rey”

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