UNA NOTA DE PRENSA

Comentaba un compañero de profesión que si los de arriba anuncian recortes salvajes a través de una nota de prensa es hora de que los de abajo hagan periódicos para anunciar la revolución.

Cuatrocientas nueve palabras para certificar lo que una creciente mayoría entiende como el fin del Estado del bienestar. Apenas unas pocas frases para poner en alerta -más aún- a todo un país. “Reunión del presidente del Gobierno con su grupo económico”, rezaba el título del comunicado. Frío, casi indiferente. Sin el mínimo aviso de la trascendencia del texto posterior. Una estrategia de disimulo o una absoluta falta de consideración. De respeto, incluso.

Las frases, medidas. Los términos exactos para no encrespar a las masas. La cifra de los diez mil millones de euros precedida por la palabra ahorro. No recorte, ni reducción. Desde luego, no disminución o mengua. Ahorro. Que suena a monedas en un cerdito de barro. A un sobre en el cajón de los calcetines con “vacaciones” escrito a rotulador. Se asocia a planes, a ilusión. Y en algunos casos, a previsión; por lo que pueda pasar. No se puede ahorrar lo que desaparece. Diez mil millones que no quedarán guardados en una caja fuerte para cuando hagan falta.

El resto, ambigüedad. Vaguedades. Argumentos de sobra conocidos: búsqueda de una mayor racionalización, de la eliminación de duplicidades y de eficiencia en la gestión de los grandes servicios públicos. Falta lo importante. No se sabe ni qué ni cuándo. Se notifica un tijeretazo que se siente como condena a muerte de la sanidad y la educación, pero no se explica quiénes lo sufrirán o cuántos días tienen que tachar en el calendario antes de que se haga efectiva la sentencia. Esos aspectos se tratarán con las comunidades, que son las que tienen transferidas las competencias correspondientes. Quizá entonces oigamos una voz, veamos un gesto, quiero pensar que afectado. Personas detrás de las decisiones. Caras relacionadas con el sello del Gobierno.

Mientras, nos queda la elucubración. Las quinielas con las que nos ponemos en lo peor. Copago de los servicios sanitarios, falta de atención a los pacientes, supresión de los conciertos con los colegios, despido de profesores. Un futuro de enfermos e incultos. Nadie nos ofrece una palabra tranquilizadora. O al menos una que no nos haga pensar que nos consideran irrelevantes. Que no nos creen merecedores de una explicación. El silencio oficial se antoja la confirmación de los peores augurios. Aunque quizá solo sea un estilo de gobierno. La información con cuentagotas. Prefiero suponer que por precaución y no por menosprecio. Aquello de que quien mucho habla mucho yerra.

Espero, no obstante, que midan el alcance de su mutismo. Un pueblo enfadado y desinformado es peligroso. Si llega el día en el que los periódicos anuncian la revolución ya no habrá vuelta atrás.

UNA NOTA DE PRENSA

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