Los fascistas

Está muy de moda entre diferentes personajes de la izquierda acusar de todos sus males a los fascistas. De hecho nunca ha dejado de estar de moda. El problema surge cuando tenemos que identificar a semejantes maleantes (me refiero a los fascistas, por supuesto). Ahí empieza el problema. Normalmente fascista es todo aquel que no piensa como el progresista de turno. Así, si un periodista saca una información molesta o delicada contra un partido de izquierdas o contra un sindicato, enseguida se sale con la confabulación fascista de turno.
El mensaje que se envía a sus huestes es simple: “Los defensores de los pobres son acosados por la gran derecha”. Da lo mismo que los referidos seguidores estén viendo en el periódico unas fotos en las que aparecen varios directivos de un sindicato en plena fiesta cachondona regada por litros de finito en una Feria de Abril, pongo por imaginario caso.
Ahora bien, si un juez imputa a alguien de derechas, la petición de dimisión es inmediata, pues tiene que funcionar el Estado de Derecho; pero eso sí, queridos amigos, como una jueza sevillana de buen ver –todo hay que decirlo–, se atreva a hacer algo parecido contra los defensores del pueblo llano, entonces comienzan las manifestaciones por la puerta del edificio donde trabaja y por la cual tiene forzosamente que pasar a diario. No se trata, pues, de una coacción, pues la tipa se lo tiene bien merecido; ¿Y saben por qué? Bingo, por… fascista.
Sin duda alguna este tipo de expresiones son una huida hacia delante de otros tiempos en los que sí existían los verdaderos fascistas. Normalmente, sólo los muy próximos a la organización, o los muy pelotas o simplemente los fuertemente enamorados apoyan o justifican este tipo de razonamientos, por llamarlos de alguna manera.
Los autores de este tipo de proclamas se creen que la mayoría de la gente, además de fascista es tonta. ¿No sería más lógico y efectivo decir la verdad y explicar el por qué de las acusaciones? Si son falsas, tendrán fácil y lógica defensa, y si no pues usted, querido lector, se habrá convertido en un fascista por haber leído este artículo, y ya no le digo si además lo comparte en Facebook o lo comenta el domingo al salir de misa.

Los fascistas

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