Otra forma de hacer política

El año nuevo recibió una herencia tan desastrosa del anterior que da la impresión de que se resquebraja el entramado democrático sobre el que se sostiene nuestra convivencia y que el país entero se desmorona.
En plena cuesta de enero cunde el desánimo en el interior –y seguro que el asombro fuera de nuestras fronteras– por el montón de problemas que tiene abiertos España en su conjunto: el país “parado” y empobrecido –los “brotes verdes” no llegan a las familias–; el Gobierno incapaz y la oposición inane; episodios de corrupción de sindicatos, partidos y políticos –en Galicia el “Pokémon” con múltiples ramificaciones–; dos miembros de la familia real imputados y la guinda es la amenaza de secesión de Cataluña y lo que se avecina en Euskadi. Son solo unos ejemplos.
Empezando por la crisis institucional, el planteamiento independentista de Cataluña es, junto con la recuperación económica, el problema más importante que tiene planteado el país en 2014. Por eso no puede ser despachado por el presidente del Gobierno diciendo que Artur Mas está haciendo el ridículo en su campaña internacional para buscar adhesiones al referéndum, sino que exige mucha pedagogía y política de Estado.  
Tampoco se puede despachar con el silencio el problema del País Vasco después del comunicado de los presos de ETA y de la masiva manifestación del sábado en Bilbao con la novedad de que el Partido Nacionalista Vasco, tradicionalmente alejado del aberzalismo, aparece ahora alineado con Sortu. También ahí procede aplicar alta política de Estado.
Por lo que respecta a la Corona, los delitos que se imputan a la hija del rey son poco significativos económicamente, pero la imputación de la infanta representa una quiebra de la confianza en la institución monárquica y un insulto a los ciudadanos que están asumiendo recortes que los hacen más pobres mientras ven con indignación el comportamiento indecente de miembros de la primera institución del Estado.
Problemas puntuales y muy serios en este arranque de 2014 que requieren otra forma de hacer política. El gran problema de España, dice Fernando Vallespín, es que “no se atisba proyecto de futuro, no se sabe hacia dónde vamos”, no hay nadie capaz de fijar el rumbo y pilotar el barco hacia una meta. Esto explica el pesimismo de la gente y la desafección hacía los políticos, las instituciones y, lo que es peor, hacia la democracia misma en un país que necesita futuro.

Otra forma de hacer política

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