Más de lo mismo

Seguimos igual que siempre. El Deportivo sigue jugando bien, pero seguimos palmando. En un síntoma claro de que las cosas no funcionan, de que algo falla y no se acierta con la tecla adecuada para enderezar el rumbo de un Deportivo que sigue dando trompicones en una competición, que, de no remediarse a tiempo, insisto, las pasaremos canutas, porque seguimos sin saber lo que es sumar los tres puntos lejos de Riazor, circunstancia que, a estas alturas de la Liga, es un gravísimo contratiempo.
Frente al Athletic las sensaciones volvieron a ser positivas (a pesar del fallo garrafal de Andone ante Iraizoz), especialmente en la primera mitad, donde el tanto espectacular de Emre Çolak (ya suma tres dianas el turco) hizo concebir esperanzas de sorprender a un rival que hizo lo justo para salir airoso de un partido que siempre tuvo muy cuesta arriba. Pero los de Gaizka Garitano volvieron a caer en los defectos de siempre y en los últimos minutos dejaron escapar un partido que parecía sentenciado.
No sé de quién es la culpa (hay quien pone claramente la diana en el banquillo), pero volver a imputar la derrota al colegiado de turno es el acabose. Suena fatal cuando ves semana tras semana que este Dépor exhibe un fútbol barato y en los últimos días de rebajas. Y más cuando a veces se exponen puntos de vista, todos ellos respetables por parte de algunos jugadores, que parecen disfrazar una situación negativa. Ya decía el párroco de mi pueblo que “entre curas no se pisan las sotanas”.
Es comprensible en un club donde hasta el presidente hace público su malestar con la actitud de una plantilla que considero tiene el suficiente talento para sacar esto adelante. A lo mejor, los errores son excesivamente habituales en una situación en que existe exceso de estrés emocional. Y es que sin sacrificio no se consiguen beneficios, porque el fútbol es rico en pasiones y situaciones que no siempre se pueden controlar. Así las cosas, estimo que este Depor es como un globo que puede explotar en cualquier momento. Y por ello, no hay que perder de vista la clasificación, una clasificación que nos recuerda que en este 2017 todavía no ganamos un partido. Y mañana nos visita un Alavés, que intentará pescar en río revuelto y demostrar que su puesto en la tabla (duodécimo) y su clasificación para la final de la Copa del Rey no es casualidad. Hay que despertar.

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