La tradición rupestre do país alá vai

Teníamos la cova Eirós, algo así como Atapuerca en versión enxebre, que prueba que la interculturalidad ya estaba de moda en Galicia hace 10.000 años, pues, según los arqueólogos, entre esos penedos e rochas de Triacastela tenían su casita los últimos neandertales del norte de la Península, que llegaron a coexistir con los primeros humanos modernos. Después nos encontramos con la cova de Baleira y los arqueólogos se pusieron a estudiar las pinturas rupestres de sus paredes, unos dibujos esquemáticos únicos en Galicia. Para que no faltase la escultura surgieron unas figuras “ben traballadas” en piedras de las inmediaciones de tres campos de mámoas de Outeiro de Rei, pero no tienen nada de prehistóricas. Se trata de marcas realizadas en 1856 y corresponden al deslinde de tres parroquias. Por inusual que parezca el asunto debió de ser incruento, porque si hubiesen corrido ríos de sangre, como es tradicional, no se necesitarían cuatro años para descubrir que los pedrolos se tallaron hace dos días.

La tradición rupestre do país alá vai

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