Un despacho en Barcelona

En tiempos de internet y de las videoconferencias trabajar en Madrid y tener despacho abierto en Barcelona es un gesto. Un mensaje de cercanía. El que trata de transmitir la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. No haría falta trasladarse físicamente a Barcelona para hablar con quienes están al frente del proyecto separatista, con quienes lo rechazan o con diferentes personas de relieve en la vida pública catalana. Pero la cercanía ayuda.
No es cuestión de establecer paralelismos, porque cada época tiene sus peculiaridades, pero hablando de Cataluña cabe recordar que Adolfo Suárez y Josep Tarradellas, tras un encuentro que fue tenso, pero sincero, dejaron atrás muchos prejuicios y pusieron en marcha el proceso que normalizó la relación de Cataluña con el Estado democrático en ciernes. El reconocimiento de la legitimidad histórica de Generalitat fue uno de los hitos de la Transición. Tarradellas supo aprovechar la ocasión y se subió al tren de la Historia.
En Barcelona aún se recuerda el eco de las voces del millón de personas que salió a recibirle en el día que culminó con el famoso “Ja soc aquí”. Pese a la presiones para mantener congelada la situación en las posiciones heredadas del franquismo, Suárez supo avizorar el futuro. No es cuestión de establecer analogías. Tampoco los interlocutores actuales son los mismos. Pero tenemos un problema y hay que solucionarlo. La vicepresidenta acude a Barcelona con una voluntad de cercanía que promueve diálogo con los protagonistas de la política catalana. Es un gesto que descubre el nuevo talante con el que el Gobierno pretende abordar la “cuestión catalana”.

Un despacho en Barcelona

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