¿Serenos, sosegados o cabreados?

Don Alberto, con ocasión del debate, nos  contó, y situó como miembros designados de lo que llama “galeguismo sereo”. Y se quedó tan tranquilo.
A su alrededor cabreados por las preferentes;  indignados por la proliferación de incendios y los hartos por la falta de trabajo, las víctimas de los recortes en educación y sanidad.
¿Sosegados, apacibles, calmados…? Crece la deuda, rebajan, en 55 millones la dotación de las consellerías llamadas sociales, insisten en el copago y repago y aumentan el impuesto en la gasolina.
Los gallegos, buenos y generosos, tenemos la admiración de don Alberto por “el espíritu de Angrois” –se olvidó de felicitarnos por “el espíritu del Prestige”–, dos casos que  demuestran el desastre de una administración (aquella y esta era la misma) que tuvo que acudir en Compostela y a lo largo de la Costa da Morte que cubrió los fallos, ausencias, de quienes por obligación (entraba en su sueldo) tenía que estar en primer afila.
Otra vez la ciudadanía supera a los políticos, que mantienen un relato en torno al país que imagina o, peor, atiende solo en el que ellos viven y del que disfrutan.
Y despreciando  la inteligencia de sus convecinos –sean o no votantes– vende ideas que solo aplauden los compañeros de bancada y dejan cabreado al noble, sereno y sosegado pueblo llano, que, calculadora en mano, sabe que la rebaja del 0,5% se “castiga” con el aumento dos euros cada vez que llenamos el depósito.
Por más que grite Botín (asiduo a los paraísos fiscales como todos los patriotas de hojalata) su eco no llega a quienes hacen cola ante los comedores sociales.    
Al pueblo (sosegado que no tonto, don Alberto!) le cuenta que “se ahorró un millón de euros en medicinas”. O sea, ellos gastaron menos en los fármacos y más los enfermos.
Se escondió otra vez entre los exdirectivos de las cajas cuando fue el padrino de la desfeita que costó siete mil millones a los ciudadanos.
Y ¿qué nos queda? Más parados y más emigrantes. Menos empresas, salarios más bajos, el campo rendido y los montes destrozados. La industria naval en crisis y los impuestos (el IBI) subiendo. ¿Los ciudadanos? ¡Hartos y cabreados!
Ocho de cada diez gallegos creen que la economía está mal o muy mal. Reniegan de la situación política y suspenden al gobierno de Feijóo. Tiene fecha de caducidad.

¿Serenos, sosegados o cabreados?

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