PERSONAS SIN HOGAR, LOS INVISIBLES

Qué duda cabe que son los invisibles. Los hay en todas las ciudades, pero no queremos darnos cuenta de que existen. Son esos hombres y mujeres que tienen a las estrellas como techo y se refugian de las inclemencias del tiempo utilizando cartones en lugares en los que poder soportar las bajas temperaturas y el frío invernal. Son los sin techo, los sin hogar. Esas personas que a lo largo del año son atendidas por instituciones, como Cáritas, y a las que anualmente se dedica una jornada de sensibilización, denuncia y reivindicación. La de este año tiene lugar el domingo, bajo el lema “Porque es posible. Nadie sin hogar. Que todas las personas tengan un hogar es un compromiso común”.
Se trata de un aldabonazo, de una llamada, que persigue que todos juntos pongamos sobre la mesa de las realizaciones un compromiso y dejar claro que es posible que todas las personas tengan un hogar. Los poderes europeos quisieron, sin conseguirlo, acabar con el sinhogarismo. Aquella campaña, que duró cinco años (2010-2015), fue más de fuegos de artificio que de realidades y compromisos. Quisieron completar cuatro niveles sin apenas conseguir ninguno:
–Que nadie duerma en la calle.
–Que nadie viva en alojamientos de emergencia por un periodo superior al necesario.
–Que nadie resida en alojamientos temporales más de lo estrictamente necesario.
–Que nadie abandone una institución sin alternativa de alojamiento.
Con las acciones puestas en marcha por las entidades privadas que trabajan en el campo de lo social, se recuerda el sufrimiento que supone vivir sin hogar, que es mucho más que estar sin techo. Se trata de un problema de exclusión social que afecta a un importante número de personas y que aumenta año tras año. Unos datos que corroboran nuestra denuncia. El Informe Foessa del último año alerta de que un 7% de la población vive en condiciones de hacinamiento grave, lo que supone un 3,3% de los hogares españoles. El documento señala que “nos encontramos en un estado de emergencia social y residencial”. Algo que se traduce en una mayor dificultad para garantizar derechos básicos de los más vulnerables. Me resulta difícil comprender que siga habiendo más de tres millones y medio de viviendas deshabitadas en España, y que han sido planificadas para la inversión económica.
Son muchos miles las personas que en Galicia viven sin hogar o en viviendas inseguras o inadecuadas. No podemos dejar de reivindicar para ellas que tener una casa es un derecho. No puedo olvidarme de cómo definieron la situación las personas sin hogar que participaron en un encuentro convocado por Cáritas: “la vivienda para todas las personas es un lugar donde encontramos cariño, amor y seguridad”. Sigo sin entender cómo mientras hay millones de viviendas vacías hay gente sufriendo en la calle. Me gustaría que algún político, de esos que suelen mirar para otro lado y  hacen a los sin techo cada vez más invisibles, sufriera en sus propias carnes lo que significa vivir un solo día al raso de las estrellas.

PERSONAS SIN HOGAR, LOS INVISIBLES

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