Desigualdades

Pecar de crédulo es un error que parece imposible de darse en tiempos de descrédito y desconfianza. Pecar de acusador, sin embargo, es algo tremendamente común. Bien considerado, incluso, en la sociedad; ahora que al fin ha aprendido a no callarse. Hay límites, no obstante. Traspasarlos a ciegas es correr un riesgo. Para jugar a transgresor hay que saber manejar las formas.

Soltar en la trampa virtual que es Twitter datos sin contrastar sobre denuncias falsas de violencia de género es arrojarse a los leones por querer erigirse en líder de una causa que ya nadie va a querer abrazar. Toni Cantó protesta por la desigualdad de los hombres atacando a las mujeres más vulnerables. Poco importa qué más tenga que decir sobre el tema. Convertir el intento de proteger a las víctimas de maltrato en una guerra de sexos es una bajeza. Y una mala estrategia. Muy mala.

Se disculpa por la mentira. El porcentaje de falsas acusaciones de violencia machista es casi inexistente. Lo intenta desde otra perspectiva, probablemente la que debería haber elegido desde el principio. Habla entonces de una ley que obvia la presunción de inocencia ante una posible agresión. Ya no le escuchamos. Nos quedamos con la idea de que está practicando el derecho al pataleo. Me equivoqué con las cifras, pero tengo razón en mi teoría, le escuchamos decir en nuestra imaginación, ceño fruncido y brazos cruzados, como un niño gruñón.

Puede que no esté del todo desencaminado. Cualquiera de nosotros tiende a creer a una mujer con un ojo amoratado o temblando de pánico. No se nos puede reprochar. Son demasiadas las veces en las que hemos leído la misma noticia: muere a manos de su pareja. Tal es la costumbre que, del mismo trágico modo en que ya no nos impacta, no nos cuestionamos que pueda ser un engaño. Una desigualdad, dice Cantó. Derivada de la tragedia, podríamos responderle. Aunque sabemos que no lo justifica.

Es, quizá, una reacción a la barbaridad de las décadas de “algo haría para merecerlo”. Una consecuencia de la toma de conciencia de las mujeres como personas valiosas en sí mismas y no como complemento. Incluso un reflejo del feminismo mal entendido. Una desigualdad en favor de la igualdad.

No es lo ideal en ese mundo justo que pretendemos construir, y puede resultar fatal si de la sospecha habitual se pasa a la justicia mal impartida, pero cualquiera que sepa lo que significa tener cerca a un monstruo pensará que esta desigualdad es un precio muy bajo por ayudar a que sus madres, sus hijas, sus hermanas o sus amigas dejen de vivir con miedo.

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