Confección sin traje

Hago crítica de una representación inexistente. Un esfuerzo baldío. Un producto de Casahamlet, “Eclipse”, escrito, dirigido e interpretado por Manuel Lorenzo, acompañado por otros cómicos amigos suyos. Programado a bombo y platillo –televisión incluida– en el ciclo sin numerar del Fórum Metropolitano. Posiblemente cierta nostalgia del presente o determinada añoranza del futuro. Porque cada representación teatral es única y lo que no se haga quedará sin hacer eternamente. Después, sin explicación, se suspende el espacio anunciado y dejan con un palmo de narices a quienes acudimos al evento. Primero, la cordial, acogedora y guapísima taquillera, que solo ha recibido orden de no vender entradas. Después, ningún pequeño cartel, información somera o advertencia al personal... Pasados diez minutos de la hora señalada, el bisbiseo advirtiendo la suspensión.
Con estas cosas tan delicadas hay que tener cuidado al ser extremadamente frágiles. Así, si es apetecible la programación prevista para el otoño, compañías y obras, otro incidente afín podría tirar al suelo cualquier especulación triunfal. Cierto que un incidente imprevisto –enfermedad, indisposición, fallecimiento de un ser querido– siempre es un peligro sobrevenido del que conviene defenderse con los oportunos avisos, pues la consunción es un cáncer terminal.
Me recuerda La Coruña de ayer y cuanto me decía mi padre sobre los años treinta del siglo pasado. Aquella ciudad idílica –elegantes con canotier y bastón– difuminada en el tiempo transcurrido. Resplandor ámbar del entonces famoso Pabellón Lino, donde se celebraban todo tipo de espectáculos populares, y la voz de su propietario clamando, altavoz de embudo en mano: ¡Coruñeses!, ¡acordaos de Lino! ¡Os necesito aquí!”. No olvidemos que el teatro necesita gente para que el vacío no lo ahogue.

Confección sin traje

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