Montoro y Rosell

Alfredo Di Stéfano cautivó a los aficionados al fútbol con su derroche de técnica y fuerza y, además, dejó frases ingeniosas, plenas de sentido común y deliciosa ironía. Cuando le preguntaban por algún lance del juego que podía causar problemas entre los futbolistas, la Saeta Rubia sentenciaba “entre bomberos no se pisan la manguera”, que traducido a román paladino quiere decir que las diferencias las arreglan amistosamente los contendientes.
Traigo esto a colación por el desencuentro de dos bomberos del mundo político y empresarial, el ministro Cristóbal Montoro y el presidente de la patronal, Juan Rosell, que no ocultan sus diferencias por el lance fiscal de las grandes empresas.
El titular de Hacienda, que vela por la recaudación del Estado, asegura que las esas corporaciones tributan poco, apenas el 7 o el 8 por ciento, y la CEOE de Juan Rosell acusa al ministro de sobreactuar y mentir “para justificar la subida de impuestos” porque las empresas están pagando un tipo efectivo en torno al 20 por ciento.
En un duro comunicado, la patronal contraataca con la desviación presupuestaria que causa el descontrol del gasto público que es competencia directa de Montoro y “se puede gestionar mejor introduciendo criterios de racionalidad en las cuentas”.
Ambos, ministerio y patrón de patronos, tienen parte de razón. Es natural que los empresarios busquen la menor fiscalidad posible y es preceptivo que el ministro persiga recaudar más reajustando el impuesto de sociedades de las empresas buscando una imposición justa, que es una de las patas en las que se apoya el funcionamiento de Estado.
En lo que tiene más razón la patronal es en la mala la gestión del gasto público que no consigue eliminar lo que Juan Rosell llama “la grasa del Estado”, aquellos gastos superfluos de las administraciones y sus “chiringuitos” que en nada contribuyen a aumentar el bienestar de los ciudadanos. Muchos expertos abogan, incluso, por la reducción del tamaño del propio Estado –comunidades autónomas, por ejemplo– cuya espiral de gasto ven insostenible.
Dicho esto, que nadie dude de que Montoro y Rosell acabarán entendiéndose como bomberos experimentados que no se pisan la manguera. El ministro aplicará la ley que Juan Rosell y los suyos sabrán circunvalar –legalmente, por supuesto– en su relación con el fisco. Mientras, a los asalariados se nos seguirá aplicando el reglamento que no deja margen para exenciones, ni siquiera para quejas.

Montoro y Rosell

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