Entre cartones, madera y óxido

En la galería Atlántica, ofrece Javier de la Rosa (Sevilla, 1966) una singular muestra que titula “Entre cartones, madera y óxido”, lo que hace referencia a los materiales utilizados, aunque –como artista gráfico que es– su obra se sustenta sobre todo en el impacto visual de la imagen llevada a su esencialidad y en el trazo delineador del dibujo que, por las exigencias del fin que se propone, debe ser esquemático. 
De la Rosa consigue, pues, establecer un efectivo y efectista diálogo entre las figuras de humanos, de homínidos, de peces y otras raras criaturas que salen de su mano y los recortes de cartón de embalaje o los trozos de madera encontrados en las playas. De los cartones extrae sobre todo iconos, nombres de marcas y letras y los articula, luego, en cuidadosas composiciones que ofician de soporte o esqueleto del mensaje gráfico o incluso de motor poético, como ocurre con las obras Amar, Dudas o Temores. 
Consigue dar un giro de tuerca al consagrado arte del collage y del objet trouvé que se inició con dadaístas y cubistas y que tuvo eminentes cultivadores como Tatlin, Picabia o Kurt Schwitters; también logra hacernos ver que de los materiales humildes puede extraerse belleza, como por otra parte ya habían hechos los maestros italianos del arte povera y como algunos otros hemos cultivado; él lo sabe y así lo declara, reconociendo humildemente que hoy es muy pretencioso declararse original. 
No obstante, se descubre algo peculiar, algo muy personal en su quehacer que es lo que constituye su marca: descontextualizados los cartones, manipuladas las maderas, añadidos algunos  trazos de dibujo de sintéticas líneas y dejando que hable el espacio de fondo (ya en el tono pardo del cartón, ya en negro cuando hace relieves) lo que resulta es nuevo, marcado por la gracia de quien sabe ver y transformar; opera así la magia de la metamorfosis y aparece Un africano na Costa da Morte, un Naúfrago en pipa, una Chica bien, un Pescador de ideas y hasta un Ulises sirénido que nos lleva a las costas de la imaginación, donde suena el canto antiguo y embelesador que sólo algunos atrevidos están dispuestos a escuchar. 
De esta estirpe de los que no siguen las pautas del gusto oficial y acaramelado parece ser J. de la Rosa que milita en su taller de Milicia Gráfica y que desde el sur de su Sevilla, donde se licenció en Bellas Artes, ha venido a A Coruña, para encontrar su norte y con él las formas abiertas, libres y los tesoros de la inmensidad atlántica.

Entre cartones, madera y óxido

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