Una mujer pegada a una cámara

En mi vida como periodista he trabajado con muchos fotógrafos para que el reportaje, la entrevista, la información o la noticia de cada momento no se quedase coja a la hora de que el lector fuese a buscarla al periódico del día siguiente, o a la revista semanal, quincenal o mensual para las que trabajaba. Nunca lo hice con una mujer que midiese la luz y mirase por el visor para captar la mejor instantánea.
Con el paso del tiempo me fui dando cuenta de que el periodismo gráfico me atraía de forma muy intensa. Me interesaba sobre todo porque me permitía libertad para realizar mi trabajo y este podía hacerse como a mí me gustaba. Comencé a manejar las cámaras que me dejó mi hermano, en aquellos tiempos fotógrafo de la Gran Enciclopedia Gallega. Me incliné por plasmar en blanco y negro los mejores momentos  dentro del mundo del motor, en el que llegué a especializarme.
Fueron tiempos en los que mezclé la visión del periodista, a la hora de abordar el tema que luego tendría que redactar, con la imagen gráfica  que lo debería ilustrar. Algo que también llevé al campo de la Sanidad. Cámaras réflexs, y teleobjetivos duermen en un armario de mi casa. Ahora el rollo de película lo he cambiado por el manejo digital.
Ser un buen fotoperiodista es tarea harto complicada. Lo mismo que los que escribimos, ellos son notarios de la actualidad, pero con las imágenes. Con el paso del tiempo he conocido y trabajado con muchos y muy buenos. De entre todos ellos he colocado en el primer lugar a una mujer: Queca Campillo. Sus fotos han sido una permanente lección del mejor periodismo de los últimos treinta años. Supo colocarse en los primeros lugares en un mundo reservado a los hombres.
Hace pocos años que la empecé a tratar de forma directa, ya que indirectamente la conocía desde hacía más de 40 años, por mi mujer –para ella era Angélica–, amigas de las épocas escolares. Cuando hablábamos de la profesión me di cuenta de lo claro que lo tenía. Para ella un reportaje gráfico era un pleno trabajo periodístico en el que se formaban frases no con verbo, sujeto y predicado… sino con imágenes
Ha sido el claro ejemplo de una mujer reivindicando su trabajo no por cuestión de género, sino por valía y por ganarse un puesto día tras día, entre los que trabajaban a codazos, como  ella comentaba, cuando se juntaban más de dos fotógrafos y cámaras  en un acontecimiento. Nos acaba de dejar, pero sus importantes archivos nos quedan para que la recordemos.
Donde esté seguro que Queca Campillo, la fotoperiodista como a ella le gustaba que la llamasen, estará  con su cámara digital y su ordenador preparando algún reportaje. Allí también será la mejor, como lo fue entre nosotros. Una mujer pegada a una cámara, una fotoperiodista. Descansa. Te lo mereces. Pero con el dedo preparado para dar al dispositivo de la cámara porque, como ella decía, la mejor foto siempre está por hacer.

Una mujer pegada a una cámara

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