FELIZ NAVIDAD

Volvieron a darse milagros en las cocinas y con lo que otros años se gastaba en dulces se preparó una cena para siete. Trajín de cazuelas y sartenes; puertas y cajones en constante abrir y cerrar, ahora un cuchillo, ahora un colador; en unas, abuelas que dirigen a pinches de tres generaciones y en otras, chefs que trabajan solos. Prisas y calor junto a los fogones. Y todo listo a la hora prevista.

Mientras se consumían las velas que adornaban las mesas sonaron las risas y las canciones. El vino hizo bajar la angustia atravesada en las gargantas durante meses. Cambió los lamentos por bromas. Era el momento de la alegría; de las palmas y la cuchara contra la botella de anís. El olor a fiesta inundó los salones. Y durará días.

Sinfonías de teléfonos sonando incesantes anunciaron felicitaciones, recuerdos, buenos deseos. En las pantallas, palabras cariñosas de personas queridas que importaron más que los malentendidos y las disputas de los once meses anteriores. Y mensajes inesperados de amigos convertidos por el tiempo y la distancia en casi desconocidos que hicieron aflorar una nostalgia tierna.

Manos infantiles rompieron con ansia papeles de regalo con dibujos de renos y abetos. Ilusión que compensa el armario que no se renovó –los pantalones aguantan una temporada más– y las salidas de sábado noche que se cambiaron por sesiones de televisión en casa. Felicidad contagiosa que acabó con abuelos y nietos compartiendo juegos en el suelo.

Llegaron los que tuvieron que dejar atrás la frontera para tener una oportunidad y los que están a dos horas de coche que parecen infinitas cuando el trabajo no deja tiempo para más. La maleta casi vacía para que quepa el cargamento de tarteras. Que estás muy flaco, hijo. Reconocieron el tacto de las sábanas de su cama de siempre, el envolvente sofá familiar, la sensación reconfortante de estar en una casa que es su casa.

Abrazos, besos, apretones de manos con los que se dice todo. Se reencontraron compañeros de estudios –más calvos ellos, más guapas ellas– que una vez al año vuelven a la adolescencia. Un repaso por la media vida compartida, superados las envidias y los enamoramientos que se confiesan ante unas cañas. Anécdotas que invocan a la niñez y noticias de bodas y paternidades que certifican la madurez.

Luces en las casas. Sonrisas. Brillo en los ojos. Esperanza. O al menos, descanso de todo lo malo pasado y por venir. Que se afrontará con fuerzas renovadas.

Feliz Navidad.

FELIZ NAVIDAD

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