Los sesenta del Atlántico

Hay sesenta familias coruñesas a las que el verano se les está haciendo angustioso. Son las sesenta familias de los trabajadores del hotel Atlántico. Con ellos hemos estado esta semana y de sus propias voces hemos escuchado la intranquilidad provocada por la incertidumbre. Nadie les ha dicho nada. Nadie les ha despejado sus dudas sobre si seguirán teniendo empleo el mes que viene.
El problema viene dado porque Xulio Ferreiro impulsó y amparó una licitación en la que el precio era el único criterio de adjudicación. A la Marea, que se le llena la boca al presumir de cláusulas sociales cuando se maneja en los terrenos de la teoría, no le ha preocupado dejar a estos sesenta trabajadores a los pies de los caballos de los adjudicatarios.
Cabe recordar, para no perder la perspectiva, que el hotel Atlántico, el edificio, es de propiedad municipal. No es un hotel público. Tampoco una residencia universitaria, aunque en ese festival “flower power” que era el programa electoral de la Marea llegó a serlo. ¿Recuerdan? Aquel mundo ideal en el que había rentas sociales para todos. En el que servicios como la grúa y la ORA se remunicipalizaban. En el que en cada rincón habría un aparcamiento disuasorio para coger un bus que nos dejaría en la puerta de nuestro destino. Aquel mundo limpio, con menos impuestos, menos parálisis, menos despilfarro, libre de amiguismos, repleto de inversiones, mejores prestaciones, todo el diálogo y una transparencia deslumbrante.
La realidad, tres años y pico después, es triste y desoladora. Para todos. También para los sesenta del Atlántico. Es un problema exclusivamente económico ¿Qué hubiera podido hacer Xulio Ferreiro por estas sesenta familias? Sencillo: incluir la subrogación de los contratos como criterio de valoración en los pliegos de la licitación. No hubiese sido tan atractivo para los aspirantes a adjudicatario. Probablemente las ofertas no hubiesen sido tan suculentas como la que se ha llevado la explotación del establecimiento para los próximos veinte años.
Pero a cambio hoy habría sesenta familias tranquilas con las que, por cierto,  Ferreiro no se ha reunido ni les ha informado, que es lo mínimo que debería haber hecho. Sesenta trabajadores cualificados y con amplia experiencia en el sector que descansarían tranquilos sabiendo que su profesionalidad acreditada a lo largo de muchos años tendría asegurada su recompensa en forma de estabilidad laboral. Y no es así.
Lamentablemente, los trabajadores de las empresas que prestan servicios municipales sufren la deriva de un gobierno local torpe en la gestión y despreocupado por las personas. Nunca tuvieron tantos problemas laborales. Y no son solo los trabajadores. Toda la ciudad lleva tres años largos sufriendo el deterioro de su calidad de vida.
Ferreiro se sitúa detrás de la pancarta cuando el tema laboral no va con él, pero escurre el bulto cuando se trata de servicios municipales, como en este caso, en el de instalaciones deportivas, en el de bibliotecas, etc, que son de su competencia y de su incumbencia.
La realidad es que el gobierno de Ferreiro ha dejado de escuchar a los coruñeses, si alguna vez los escuchó.
 

Los sesenta del Atlántico

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