INSTAGRAM

Instagram es el mundo idílico de los guapos. Sus mensajes narcisistas, la pose preparada en ausencia total de naturalidad. Maquillaje, peluquería y la eterna juventud llaman al mundo de la autoanulación.
Lo que pasa es que esconden tanto la inseguridad que se convierten en carne de pastillas y de psiquiatras. Es el mundo del retoque de la ausencia de fallos, todo es corregible.
La soledad de las máquinas de fotos, de la instantánea del mensaje, el último corte de pelo y la última mirada de malotes y malotas desde cualquier lugar del mundo. Instagram permite cualquier retoque a tu imperfección.
Todos somos artistas de nuestro presente, retocamos el pasado, ahora llamado vintage, y hacemos del futuro una foto corrompida. Sustituto de aquellas Polaroids que nunca funcionaban en casa, que venían del extranjero, pero que, como salían carísimas debido al recambio, eran abandonadas en cualquier cajón de casa.
Han recogido de ellas la inmediatez. La inmediatez a nivel masivo, Instagram y las redes. Propagando aquello de que “yo soy el/la que quiero”. Solo permanecen moléculas de mí, lo que yo quiero que veas de mí. Pequeños trozos de vida de 15 segundos, con pose incluida, para emocionar al mundo, para ser una estrella en un mundo masificado que quiere ignorarnos.
Instagram son gramos de instante reconvertidos por cualquiera en instantes de gloria. Todo está inundado por la cantidad, el número de fotos diarias con las que muchísima gente trata de corregir a la naturaleza, a su naturaleza, a lo que nuestras abuelas decían “lo que Dios te ha dado”. Estirar a los Sancho Panza y hermosear a los Quijotes; hacer posible las Dulcineas.
Vuelven los libros de caballerías pero en versión fotos, en edición siglo XXI, superficial y obsesivo por una belleza soñada, impostada y clonada, donde la naturaleza solo es un decorado; por lo tanto, nuestra vida también lo es.
¿Cómo decir a estas generaciones de la inmediatez que “aquello que verdaderamente amas es tu verdadera herencia” (Ezra Pound) si empiezan por falsificarse a ellos mismos?
¿O aquello de “humilla tu vanidad”? y encima estas frases recitadas por Pier Paolo Passolini adquieren una dimensión distinta, pero ¿quién es Passolini si no sale en Instagran?

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