EL QUE PIERDE GANA

Si no fuera porque la política también es un juego de egos, las cabezas del PP reconocerían que el pacto firmado entre Sánchez y Rivera es un acuerdo razonable. Pero el pasado explica el presente y tras la legislatura anterior en la que el PP convirtió su mayoría absoluta en rodillo parlamentario aprobando leyes por decreto –por no hablar de la campaña electoral a cara de perro entre Sánchez y Rajoy–, es muy difícil, por no decir que imposible, allanar un punto de encuentro entre PP y PSOE. La “gran coalición” con la que sueña Rajoy está fuera de la realidad. Ni aun en el supuesto, no descartable, de que hubiera que repetir las elecciones y las urnas arrojaran un balance parecido al del 20-D.
Hoy por hoy, con Rajoy y Sánchez al frente de sus partidos es impensable que PP y PSOE llegaran a pactar un gobierno. Con otros al timón, el resultado podría ser diferente. Con todo hay que tener en cuenta que así como la derecha es hasta cierto punto homogénea, en el solar de la izquierda las cosas han cambiado por obra del efecto entropía de la irrupción de Podemos en el Parlamento y la tensión e inseguridad que eso supone para los restantes partidos de izquierdas. Podemos está a un paso de abducir a IU y no oculta que su ambición es fagocitar al PSOE. Quiere la hegemonía de la izquierda y la quiere ya. Por eso votará en contra de la investidura de Sánchez.
Aún conociendo todos estos extremos Sánchez hizo llegar un último mensaje a Iglesias en el que le emplazaba a conseguir el “desalojo” de Rajoy para no reeditar la famosa “pinza” de cuando Julio Anguita con Aznar. Iglesias por boca de otros ha dicho que no, pero no ha cerrado la puerta al futuro. Todo está en el aire y Sánchez subió a la tribuna del Congreso sabiendo que no tiene respaldos suficientes para lograr la investidura. Pero tras repasar la intervención de Felipe González en la moción de censura contra Adolfo Suárez (mayo 1980) tiene la convicción de que, a veces, quien pierde gana. Y en eso está. 

EL QUE PIERDE GANA

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