Cataluña, recta final

Todavía queda tiempo, pero cada vez menos. La recta final de la campaña catalana dará paso a unos resultados que pueden llevarnos al mismo lugar del que partíamos. O no. A pesar de que algunos, en uno y otro bando, están tratando de convencernos, no podemos resignarnos a pensar que no hay salida, porque eso demostraría que los ciudadanos catalanes o los españoles no somos capaces de escucharnos, de dialogar y de llegar a acuerdos desde la responsabilidad y la lealtad en beneficio exclusivo de los ciudadanos.
Todo eso ha fallado en Cataluña en los últimos años de forma estrepitosa. La impunidad de algunos desleales al Estado, a los que se ha dejado construir una tela de araña basada en la bandera, la educación y unos medios de comunicación al servicio de los intereses de menos de la mitad de los catalanes, es, sin duda, la primera causa del proceso que ahora que vivimos y del procés al que nos quieren llevar. El desinterés de los gobiernos de España, desde la UCD al PSOE y al PP, por los verdaderos problemas de Cataluña, la falta de presencia del Estado allí, el mirar intencionadamente hacia otro lado para no enfrentar las tropelías de algunos de sus gobernantes, el dar dinero y más dinero a cambio de los votos necesarios para “fortalecer” el Gobierno de la nación, es otra de las causas. No digo que la responsabilidad sea al cincuenta por ciento, pero casi. La pasividad de buena parte de la población catalana, más de la mitad, sufridora y temerosa, silenciada y silenciosa ha permitido que una parte de la población, importante, pero menor que ellos, se envalentonara e hiciera creer a todos que solo había una Cataluña, la independentista, la anti-España. Y, finalmente, la falta de presencia del mensaje del Gobierno de la nación y la absoluta imprevisión e ineficiencia de los golpistas nos ha llevado a donde estamos.
Es posible que el 21-D no cambie nada porque casi todos mantengan su postura. Pero si eso es así, volveremos al inicio de la jugada. La educación, que es posible en Cataluña gracias a la Constitución del 78 y es como es gracias a la pasividad reconocida de todos los gobiernos del Estado desde entonces, seguirá siendo un arma de adoctrinamiento masivo y no un camino hacia la libertad de las personas. Seguirá “fabricando” independentistas y habremos perdido el tiempo con la medida del 155 y todo lo demás. Si los partidos constitucionalistas siguen peleándose por el poder y no por devolver la decisión a los ciudadanos, habremos perdido el tiempo. El riesgo más generalizado de los demócratas que no han abandonado la Constitución en Cataluña, a pesar de las presiones, es la pasividad. Este es el momento de reaccionar. Solo ellos pueden reducir la distancia entre los que mandan en nombre del pueblo, pero sin el pueblo y los que sufren sus decisiones. Volver a la situación anterior al 155 puede ser la tumba de Cataluña. Mantener la interinidad y el enfrentamiento entre los ciudadanos, casi lo mismo. Los catalanes tienen la palabra. Ojalá que sepan acabar con la pasividad.

Cataluña, recta final

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