Espacio recuperado

Los suspiros son aire y van al aire, las lágrimas con agua y van al mar, dime mujer, ¿cuándo el espacio urbano se transforma sabes tú a dónde va? El dilema de la niña de la estación subsiste, con montón de años sobre los hombros y espléndidos y velocísimos trenes actuales. Delgada, morena, cintura fina. Cursi como un guante la señorita Adelina. Bajando todos los días al andén de la plaza de  Pontevedra para agitar su pañuelo y decir adiós al viajante de comercio que la  cruza.
Porque al efecto buscado ha resultado fallido en esa resolución municipal que trasladó a tan crucial lugar un par de casetas regionales que rompieron la armonía y escenografía estética urbana. Cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa. No puede anegarse el mes de agosto con riada de incomodidades, interrupciones, frituras y ruidos hurtándosela a los vecinos y ciudadanos que patean La Coruña. Y buscan el mar tras los muros del centenario instituto Eusebio da Guarda, playas serenas o agitadas por indómitas olas.
Ahora, afortunadamente, el rincón ha recuperado su antigua fisonomía, mejorada por su bronceado del pasado agosto canicular. Otra vez está libre la columna de baloncesto y los chavales pueden emular en el aro a sus ídolos de la NBA. También ha sido posible rescatar espacio para que los pequeños jueguen al fútbol, los mamalones hagan maniobras circenses en bicicleta y corran como almas que lleva el diablo en patines. Mientras las madres cuidan a sus enanos en el parque infantil, hablan de trapos o discuten sobre viejas políticas servidas bajo nuevos trajes. Se rescata la paloma de Picasso, tampoco comunista sino de paz judía, amparada por estudiantes múltiples. Cerca una fuente de pajaritos donde pían seis caños que chapotean alegres niños… Allá un desecho de la sociedad (vulgo alcohólico), duerme la mona recostado en un banco, donde una mujer desmiga pan para atraer cándidas palomas y ceñudas y hoscas gaviotas.

Espacio recuperado

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