LAS CALLES DE DON ADOLFO

En este país hay que morirse para que hablen bien de uno. El más reciente, cruel, increíble y descarnado ejemplo vino personificado en la persona y el recuerdo del duque de Suárez. Si hasta el rey puso cara como de tener algo de que arrepentirse en el transcurso del homenaje que rindió al féretro de don Adolfo en el Congreso. Allí, la familia del difunto agradeció con emoción la imposición de la Orden Española de Carlos III a los restos del que fue presidente del Gobierno. Se trata de la máxima condecoración que da España: Ahora sí, ahora llueven los homenajes al hombre –al político– que más sufrió en la democracia por traer la igualdad y la justicia a este país.
Ahora, las instituciones regionales y locales se pegan de tortas por dedicarle calles y plazas y rendirle homenajes. Ya no los necesita, pero detrás queda una familia que agradece todo cuanto se haga en memoria de don Adolfo. En medio de tanto sentimiento de gratitud del pueblo español, sólo un ciudadano “meó fuera del orinal”: Artur Mas que rompió la sintonía de contención y respeto lanzando reproches a Rajoy. No era el momento. Y el primero en afearle su conducta fue Miguel Roca, uno de los padres de la Constitución, quien al salir de la capilla ardiente dijo: “Este es un mal momento para instrumentalizar  la figura de Suárez”. Y terció: “Compararlo con algo a mí no me va. Le valoro por sí mismo, por lo que hizo y el estilo con que lo hizo”. He aquí una lección dada por un catalán de principios a otro catalán que ha resultado ser un palurdo, un hombre que ha querido hacer suyo el proverbio “ir por atún y a ver el duque” y que la ha pifiado en toda la línea.
No se imagina Mas la legión de opiniones que se han vuelto contra él después de tan vergonzosa actuación. ¿Dónde ha dejado Mas el seny catalán? A los pies de los caballos. Que vergüenza, que bochorno, que torpeza. El duque de Suárez ha prestado un último servicio a España.

LAS CALLES DE DON ADOLFO

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