Constituciones

Acabamos de celebrar un nuevo aniversario de la aprobación vía referéndum de nuestro texto constitucional de 1978. Como cada año, rutina tediosa, muchos hablan de su reforma. Cansino epitafio recurrente y somnoliento que solo despierta de su letargo la misma semana decembrina año tras año. Queda claro lo que sucede con los referendos a nivel comparado, por lo que la alergia es manifiesta. 38 años después no somos muy conscientes de lo que es, lo que significa y lo que simboliza una Constitución en nuestras vidas. Ser, significar, simbolizar. Nunca España ha vivido tamaño periodo de libertades, prosperidades y solidaridades. A pesar de los golpes sufridos, primero con la lacra del terrorismo, luego con los embates de una crisis económica y axiológica que resiste aún a marcharse definitivamente. Probablemente, los españoles, aprendices eternos de Maquiavelo no hayamos aprendido nada. Pero es la forma de ser y la razón de ser del español, dado a la minusvaloración y al auto acomplejamiento. No hace falta más rivales que nos aflijan, lo hacemos nosotros mismos.
Conviene no perder de vista lo que significa un texto constitucional. Que lejos de sacralizarse, nada es sagrado, al menos en el plano humano, salvo la propia vida, debe ser y estar, atemperada a la realidad social de cada momento. Nuestro marco de convivencia, de libertades, de derechos, nuestro edificio institucional y política que a llevado a este país donde le ha llevado pese a la pasividad y debilidad, la corrupción y la crisis innata a toda sociedad. Asisten puntuales las ideas icónicas e iconoclastas de reformas, a veces de un nuevo texto que parece que solo quieren los que de verdad no desean un texto constitucional. Y dentro de un año seguiremos en la misma y cansina cantinela. Siempre ha sido y será así. No hay voluntad efectiva y real de cambiarla. Ni siquiera parcialmente. Medidos los riesgos, entre ellos abrir el debate sobre la jefatura d Estado, es un obstáculo natural al que se aferrarán muchos. ¿Hemos madurado? Quién sabe.
Y este año, por segunda vez, José Luis Teófilo edita magistral y pulcramente un retazo de nuestra historia política y social, a saber, los siete textos constitucionales que han jalonada los dos últimos y más convulsos siglos de la historia de España. En una edición de lujo, cuidada hasta el esmero, mimada con donosura y respeto a las formas de los textos originarias y sus colores, Teófilo nos ofrece y hace presente algo que deberíamos tener siempre en nuestra mente y comportamiento político y sociocultural, el respeto y el valor de una Constitución. Cada una de ellas atiende y simboliza un momento puntual de España y los españoles. Nuestra esencia, nuestro ADN particular y único. Un pedazo de historia que forma parte de nuestro ser patrio y nacional. Mas hoy hablar de patria y nación parece que acompleja. Gracias a Teófilo estas se nos hacen presentes, tangibles, alcanzables, legibles. Esta segunda y novedosa edición viene acompañada por un pequeño, pero magistral, ensayo del profesor Blanco Valdés, especialista y figura de primera línea en el derecho constitucional, cuyo magisterio y prestigio no tiene necesidad de blasonarse en esta tribuna. 
No olvidemos nunca lo que es, significa y simboliza un texto constitucional, frente a los cantos de sirena que prefieren reducir a simple papel las normas que regulan y posibilitan nuestra convivencia y nuestra libertad. La que otros no tienen o simplemente desprecien con vehemencia e ignorancia.

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