De emociones, mociones, ternuras y maldades

En la emoción de la censura que arrastró el acto celebrado a petición de VOX, la Cámara se mostró unánime a la hora de calificar al postulante en la torpeza y a su torpe formación como el fenómeno de naturaleza político con más capacidad destructiva del arco parlamentario. Capaz de borrar de un plumazo la convivencia, la democracia y la economía de este País. De lo que se deduce que si el Parlamento fuese un parvulario de maldades y bondades democráticas, los devotos oyentes del magno acto de autobombo y zascas habrían concluido, porque así se lo habían transmitido sus señorías, que en materia de bondades Abascal y su partido se había quedado en Primero, mientras los demás progresaban adecuadamente en la siempre insuficiente defensa de la democracia y los derechos humanos, prestando especial atención a la solidaridad, la convivencia y la justicia. Enternecedor, a todas luces, enternecedor, baste echar un vistazo a los currículos de muchos de ellos para conocer el grado de excelencia alcanzado en el opuesto, su degradación. 

Dicho así, puede parece una maldad, y lo es, tanto como verdad, pero como no deseo turbar el general contento de la emoción en la moción narraré una ternura familiar, la queja de mi abuela Cándida por una desatención de mi abuelo José. Este le respondió, con acento porteño: “Nunca pasé de Primero de vós, y lo sabés”. Pues ni eso, porque algunos de los presentes no están aún ni en Primero de VOX.

De emociones, mociones, ternuras y maldades

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