OPINANTES

Son tiempos maleducados más que ideológicos. Solo hay que ver los discursos de algunos representantes de empresarios, algunos políticos y opinantes televisivos, que más que a opinar van a sabotear cualquier discurso y a poner cara de que el otro no sabe lo que dice o adolece de una “ignorancia marxista”; siempre la ignorancia es pública y “roja”. Digo que no son ideológicos porque se han incorporado con una naturalidad insultante las poses de chulo y el papel de “opinante interruptor”; lo de menos es hacerse entender; lo demás es negar la realidad e interrumpir.
A esta mala educación se le debe añadir y tener siempre a mano la palabra “difamación” y “voy a tener que llevarte a los tribunales” o un “eso no te lo consiento”, como si eso fuera una garantía de tener razón y no de poder. No sé qué hacemos viendo debates; todo es una escenografía cansina con los mismos personajes pululando por todas las cadenas como profesionales del choque fraseológico, de la palabra bomba, asesinos del sosiego y de la lengua. Equivalen al especialista o doble en el cine, falsean la realidad para que el prota no se haga daño; son como una fuerza de choque repetida, clonada. Hay alguno que repite la misma frase en varios programas al día como si por la mañana se levantase ocurrente. Han sustituido a los intelectuales, han copado los espacios mentales de la duda, de las preguntas, son el arca de Noé de las respuestas, ha nacido la información, el que no esté informado ¡que se joda!, mi arma es la objetividad.
El poder necesita de este ejército de hormigas para que mitiguen sus despropósitos, son avanzadillas del espectáculo democrático, ellos sí que son el circo; son como los parques temáticos donde todo es cartón piedra. “La torre se derrumbó, se derrumbó la ciudad de las palabras, las murallas de un poema, las letras en perfecta simetría” (Dylan Thomas). A su alrededor todo es humo, falta de claridad, risitas, muecas; “por debajo de él, en un mundo de palabras, los hombres se movían sin propósito, tratando de escapar del tiempo” (Dylan Thomas). El opinante de carrera es el murmurador, el dueño de las palabras vacías, de las palabras que matan en las tertulias; son los sustitutos del original, la copia repetida hasta el infinito.

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