La manada

El ser humano reclama en la manada su condición de bestia. No busca asociarse en la idea de socorrerse en sus necesidades sino en sus apetencias, dándose a un dios superior, el grupo. En él hallan la fuerza y en ella el poder. Quién puede oponerse a sus deseos, frenar sus actos.
En esa condición encerraron a una joven en un portal de Pamplona, durante los Sanfermines, obligándola a vivir el infierno que describe en su denuncia  por violación. 
La admisión de pruebas por parte del tribunal que lo juzga, certifican la fragilidad del agredido frente al agresor. En este caso un vídeo que revela aspectos de su vida cotidiana que, en todo caso, solo demuestran su legitimo esfuerzo por superar el trauma.
Rehabilitación que se nos antoja insultante en ella y por la que apostamos y de la que nos enorgullecemos en lo que se refiere a sus supuestos agresores. Nada nuevo, la eterna discrepancia entre el escrupuloso respeto que nos inspiran los derechos de los verdugos y la hipócrita compasión que sentimos por los de las víctimas.
Agredida y agresores merecen un juicio justo que la reponga a ella en su credibilidad y, en su caso, a ellos en su inocencia. Pero sin desdoro de ninguno. El video grabado en el momento de producirse los hechos, el hecho de compartirlo, el alardear de ello y el robo del teléfono, demuestran a la claras su catadura ética y ponen en duda ese supuesto consentimiento que alega la defensa.

La manada

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