Los rehenes eran los españoles

Todo supeditado a un “sí” o un “no” de Pablo Iglesias a la investidura de Pedro Sánchez. El tic-tac del reloj corre, implacable. Mucho depende no ya de ese programa socialdemócrata, sin concreciones y con olvidos serios, pero al fin oportuno, presentado por Sánchez el martes. Mucho más dependerá de las ofertas más o menos sustanciosas que el presidente en funciones le haga al líder de Podemos: ¿cuánta moqueta pisarán los morados? ¿Presidencias de empresas públicas, RTVE, defensor del pueblo...? Al final, la impresión es que todo dependerá de cuántas sinecuras puedan concederse al socio preferente. Las 370 medidas, que no aportan gran cosas nueva a lo que el PSOE ya ha ido desgranando, no serán, pues, lo sustancial; estamos ante una ocupación del poder, lo cual es lógico en política, aunque no sea lo más edificante.

Lo que ocurre es que nadie podrá negar a Sánchez que crea la sensación de que ellos pedalean mientras los demás andan ocupados en otros asuntos: que si qué hacer con Esperanza Aguirre, que si a ver quién lidera la oposición... Y, claro, entonces llega el presidente del Gobierno en funciones y ofrece una lista de medidas tan larga, tanto, que no todo el mundo se lanza a leerse los setenta y seis folios de que se compone tal oferta, de la que no puede deducirse un afán de gobernar en modo novedoso; nos quedamos apenas con el aroma de que algo se trabaja por el futuro desde las instancias del poder. Es una operación cosmética, destinada a convencer a la opinión pública de que este Gobierno es el que aportará algo de progreso y, sobre todo, destinada a persuadir a la ciudadanía de que Iglesias no puede rechazar un programa tan bueno que es imposible estar en desacuerdo con sus bienintencionados planteamientos progresistas.

Ahora, si Iglesias dice que no se le podrá culpar desde el PSOE de ser el responsable de una repetición de elecciones que todos dicen no desear, aunque hay importantes socialistas que creen que una nueva votación redundaría en un incremento del voto. Es más: he escuchado de labios socialistas la acusación contra Iglesias en el sentido de que “tiene de rehenes a cuarenta y cinco millones de españoles”, pendientes de su decisión. Esto es simplificar las cosas: primero se humilla al egocéntrico secretario general de Unidas Podemos, luego se introduce la división entre Unidas Podemos e Izquierda Unida, luego se retiran las primeras ofertas y, por fin, se ofrece a Iglesias ocupar algunos puestos en los segundos escalones, lejos del Consejo de Ministros. Si dice “sí”, siempre se le podrá presentar como alguien que ha aceptado las migajas del poder, porque eso sería lo único que le interesa. En cualquier caso, situación difícil para quien un día aspiró a tocar el cielo con su mano.

E Iglesias poco puede hacer frente al mago de la imagen. El líder de Podemos ha dinamitado los puentes con muchos medios de comunicación, se ha creado una imagen egocéntrica e inestable y ha deshecho lo mejor de su equipo. El hombre que nos tiene de rehenes es rehén del hombre que se sienta en el principal despacho de La Moncloa. Y esta es la situación cuando nos quedan dos semanas para saber qué harán de nuestro futuro.

Los rehenes eran los españoles

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