El general Della Rovere

el escritor y periodista Indro Montanelli fue encarcelado y condenado a muerte por los nazis y, allí, en la cárcel italiana, conoció al general Della Rovere, pero no era el legendario general, sino un tunante, llamado Bertone, que se dedicaba a estafar a familiares de presos con sus dotes de actor, prometiéndoles cosas que no estaban a su alcance.
Los nazis le detuvieron, pero observando sus artes teatrales le ofrecieron un pacto: entraría preso en la cárcel, no como un timador, sino haciéndose pasar por el general, y así, los partisanos allí detenidos le contarían detalles de escondites de armas y nombres de sus cómplices.
A cambio de esa traición, a Bertone lo dejarían en libertad. Pero el estafador Bertone sufre una transformación, se niega a la horrible traición, y comienza a actuar creyéndose que es el general Della Rovere, hasta el punto de que es ejecutado como tal.
La historia la contaría después Indro Montanelli en uno de sus reportajes, y Rossellini realizó una magnífica película protagonizada por un genial Vittorio de Sica, que hace de Bertone y de general, en el mejor papel de su vida.
Ignoro si Puigdemont es un tunante, o es tan estúpido como para creer que el rechazo de Europa, la huida del millar y medio de las empresas más importantes de Cataluña, y el desastre económico que se avecina puede paliarse con voluntad y heroísmo.
Pero sea un tunante o un tonto contemporáneo, estoy convencido de que hoy se siente el general Della Rovere, el héroe que aclama el pueblo, el Moisés que apartará las aguas del 155, el caudillo que no puede defraudar a sus seguidores, y de que en su decisión –ya es mayor e edad y anda solo– no van a influir tanto sus asesores, consejeros y aduladores, como la convicción que tenga de sí mismo, es decir, si elige el destino heroico del general que no es, o la libertad del tunante, del desengañado, del traidor

El general Della Rovere

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