LOS POLÍTICOS Y EL POPULISMO

No todos los políticos tienen sentido de Estado, es decir, merecen el título de estadistas. Tampoco, en muchos casos, los políticos son verdaderos gobernantes.
Cuando esto ocurre, o sea, cuando los políticos no reúnen ninguna de esas dos cualidades, estamos en presencia de los que podríamos llamar políticos populistas. Éstos buscan más agradar al pueblo, que servirlo.
Son proclives al éxito inmediato y pasajero. Se fijan más en su sombra que en dejar huella. Su mirada es miope y sus actos carecen de futuro. Les preocupa más su imagen que el alcance de sus obras.
El aplauso fácil y la adulación o el halago, suelen ser sus debilidades más frecuentes. Confunden la oportunidad con el oportunismo y su política es más de gestos que de realidades.
El populismo se basa en el viejo adagio de que “si el vulgo lo paga, es justo hablarle necio para darle gusto”. Cuando el populismo invade la vida política, ésta se ve sumida en una evidente mediocridad.
El populismo, por otra parte, niega la capacidad y madurez de la sociedad. Abusa o se refugia en la real o supuesta falta de juicio crítico de los ciudadanos. De ahí la importancia de una seria educación política y formación cívica. Una sociedad madura y bien informada es el mejor antídoto de la población frente a los señuelos del populismo.
La adhesión y confianza del pueblo no debe ganarse con gestos ni con palabras, sino con hechos  y ejemplos que traduzcan en la vida real la autenticidad y eficacia de lo que se predica  y propone.
Si al árbol se le conoce por sus frutos, de los políticos podríamos decir, siguiendo también los textos bíblicos, que “por sus obras los conoceréis” o con frase más castiza que “obras son amores y no buenas razones”, pues si las buenas palabras no van acompañadas de hechos, quedan reducidas a meras promesas.
Finalmente, es de señalar, que la palabra populismo no aparece incluida en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua; pero en el lenguaje corriente se usa para referirse a la práctica política que usa el halago para ganar el favor popular o al modo de gobernar en política que busca gustar al pueblo.
Para la sociedad lo más importante es que sus políticos sean, lisa y llanamente, buenos gobernantes.

LOS POLÍTICOS Y EL POPULISMO

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