El río de Emilio Quesada

con ecos de coplas manriqueñas a la muerte de su padre, Emilio Quesada acaba de publicar un libro muy interesante, de obligada lectura para todos los vecinos, “En aquella Coruña…”. Muestra el río de su vida cebos con la paciencia del pescador periodista que a través de la noticia escribe una deliciosa crónica. Más que sobre sensaciones llama la atención por los estímulos que definen la ciudad.
Tal el juicio de Heráclito estudiado en el bachillerato: “Todo fluye, nada permanece; nunca te bañarás dos veces en el mismo río”. Inmovilista mutabilidad. Sin trampa ni cartón. Siempre inquietos para que la ansiedad no pueda agarrotarnos. Ventanas abiertas al aire del Orzán para que se cuele en nuestros ojos esta hermosa ciudad de mares de esquina.
El remedio de grandes títulos nos ayudan al análisis: En busca de la idiosincrasia perdida”, “Los usos y prácticas de ayer”, “Lo que el viento se llevó con el Leirón y otras sociedades recreativas”, “La pulmonía vuelve al palco de la música de los jardines”, “Sombras financieras donde había rutilante sol”, “Los cipreses no acuden a las iglesias”, “Las uvas de la ira por la pérdida de la capacidad”, “El ingenioso hidalgo Marcelino del Obelisco”, etc. etc. Irreversibilidad del tiempo. Vivencias de autor coruñés en ejercicio donde su “tao” está sincronizado con el “tío” de su corazón urbano.
Paseo literario de costumbres, de lugares perdidos, de añoranzas… El alma periodística proyecta un estado de ánimo y le confiere tiempo de espera infinito. Se empeña – y lo logra– en mostrarnos el aire cóncavo o convexo de la piel coruñesa.
Así salta al encuentro de la morriña con sus hermanas la añoranza del bien perdido, la nostalgia que domina y el ansia por alcanzar una felicidad concreta. Con dosis de humor para hablar de censura, bailes y cines. Sin olvidarnos de cuanto se cocía en María Pita o los sufrimientos deparados por el Depor...

El río de Emilio Quesada

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