No quedaba otra

Alas puertas de un puente, con la población de Madrid indignada y desconcertada por los permanentes cambios de normativa, y con una tasa de contagios inaceptable para los expertos sanitarios, el estado de alarma era la única solución.

Después de la increíble batalla política que ha tenido a Madrid como protagonista, cuando los vecinos de la capital han mostrado su hartazgo por ser utilizados como munición electoral, los dirigentes políticos siguen sin entender nada y lanzándose reproches y acusaciones sin cuento. Cuando el equipo de Díaz Ayuso pidió reiteradamente tiempo para decidir qué medidas preventivas se podían aplicar, las cifras de muertos en la capital seguían siendo inaceptables y, un dato importante según los expertos, la ocupación de las camas de UCI está en un treinta y nueve por ciento y es imprescindible que antes de noviembre baje, al menos, al diez por ciento. ¿Para que se pedía tiempo? ¿Por qué no se actuó antes?

Se exigió a los ciudadanos un sentido de la responsabilidad que no se correspondía con las actuaciones de la Comunidad de Madrid: se recurría la norma ante la Justicia (es verdad que estaba mal aplicada porque no se apeló al artículo adecuado en su aplicación) y al mismo tiempo se rogaba a los vecinos no abandonar la ciudad. Y eso lo hacían unos cargos elegidos en las urnas y pagados con dinero público para buscar el bien común.

El vicepresidente Aguado, de Ciudadanos, que buscó una solución de consenso, reconoció su fracaso y pidió perdón a la ciudadanía. Cuando se hacen las cosas mal, además de pedir disculpas hay que dimitir. El ministro Illa, habitualmente ponderado, no debió entrar al trapo de las provocaciones y, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, limitarse a explicar las razones sanitarias que han llevado a tomar una decisión que, según los epidemiólogos, es todavía insuficiente para el nivel de contagios y hospitalizaciones que sufre Madrid.

En cuanto al absurdo debate sobre la elección entre la economía y la salud, ha sido el propio Fondo Monetario Internacional, al que no se le pueden achacar veleidades izquierdistas, el que ha recomendado un confinamiento duro y corto, mejor que medidas restrictivas suaves, si se quiere salvar la economía. Y para llegar a esta conclusión, además de en los datos macroeconómicos, se ha basado en informes de empresas multinacionales como Google.

Tampoco es pertinente hablar de persecución política a Madrid por tener una presidenta del PP, porque varias capitales de provincias han sido confinadas cuando los datos de contagios superaban el listón marcado por la Organización Mundial de Salud. A sus dirigentes, también populares o de otras siglas, no les tembló el pulso para aplicar la legislación adecuada.

Pero es que Madrid, por su nivel de población, y las localidades periféricas, muchas de las cuales tienen cifras de empadronamiento mucho más altas que otras capitales autonómicas, es un foco evidente de contagio. Así que, aunque solo fuera por solidaridad interterritorial, el cierre de la capital del Estado era inevitable. ¡Ojalá no haya que aplicar mayores restricciones!  

No quedaba otra

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